Los musulmanes de Capljina (Segunda parte)



Por fin hoy es domingo y como es costumbre  en este blog, los domingos no hablamos de política, una medida de higiene moral. Hoy les ofrezco la segunda parte de un relato  "Los musulmanes de Capljina", que forma parte de mi libro “Legionario en Bosnia 1993”.

Estábamos de guardia en Drácevo y se nos complicaron muchísimo las cosas. Entre 80 refugiados musulmanes, el HVO que los quería muertos, las cosas de la política oficial de UNPROFOR que a veces tendían a ponerse de perfil, lo cierto es que se nos amontonó el trabajo. Espero que la lectura de esta entrega les anime a adquirir el libro. Si así fuera les basta con clicar en la imagen de la publicación que se encuentra en la columna a la derecha del texto, exactamente donde dice "Compra Legionario en Bosnia 1993, aquí" el enlace los llevará hasta la página que les permitirá comprarlo en Amazon.

“…Tenía que ir a dar la novedad, el incidente con el grupo de croatas armados iba a traer cola y  cuanto antes lo supiera el capitán de servicio mejor iba a ser. Pero antes de hacerlo y mantener la correspondiente charla con Armada, debía reflexionar sobre cómo iba a organizarme para dar una explicación convincente. Sabía que en cuanto nombrara a Obradovic las cosas se iban a poner tiesas y lo comprendía. El croata era un tipo de los duros que se ponía siempre a las malas; si utilizando ese procedimiento las cosas le habían ido bien,  difícilmente iba a cambiar de palo.

Pero yo creía tener bazas a mi favor y no las iba a desaprovechar, cosa distinta era si me iban a dejar hablar, que a lo peor me tapaban la boca. Estaba de acuerdo en que las cuestiones de los refugiados eran cosa de ACNUR, pero esa gente “vivía” en Metkovic apenas a seis kilómetros de Dracevo, así que todo lo que había que hacer era una llamada telefónica desde Dracevo o  Medjugorje  y en menos de una hora podían estar en el destacamento con sus vehículos para recoger a los refugiados y problema solucionado, así de fácil.

Nada podrían decir los croatas; bastaba recordarles que si el grupo de musulmanes deambulaba por la zona era porque ellos mismos los habían puesto en libertad, cuando lo más sencillo y lo más lógico hubiese sido que por la mañana se los hubieran entregado a ACNUR. Incluso se les podría recordar que cuando sus refugiados habían necesitado ayuda, a los de la AGT Canarias nos había faltado tiempo para ir a prestársela y nos habíamos comido los marrones que nos tocaron, con la sonrisa en la boca. Resultaba curioso que cuando los perdedores eran musulmanes no era cosa nuestra ayudarles, pero si las víctimas eran croatas nos faltaba el tiempo para acudir en su ayuda y eso  no lo podía  apuntar en el debe de los croatas.

Me animé un poco, creía que tenía argumentos para convencer al capitán, tampoco era tan complicado. Por una cuestión de pura humanidad podíamos echarles oficiosamente una mano a aquella gente sin que oficialmente los acogiéramos bajo la protección de la bandera de la ONU y tenerlos seguros y tranquilos al lado del cuerpo de guardia hasta que llegaran los de ACNUR a recogerlos.

Como les digo me iba animando, pero qué cierto es eso de que la alegría dura poco en  casa del pobre, a mi espalda escuché como el centinela llamaba al cabo de guardia y al mirar hacia la entrada pude ver a dos nutridos grupos de refugiados que venían a sumarse a los más de veinticinco que teníamos ya. Por la mañana no se me había ocurrido preguntar cuántos eran los del grupo de Tuzla a los que habían liberado. Me acerqué a su jefe y como pude - koliko ste, - le pregunté cuántos eran, sorprendentemente el musulmán me comprendió, era yo el que no entendía lo que me contestaba, así que me lo escribió con un dedo en la tierra de la pista, ochenta, nada más y nada menos. Al capitán Armada le iban a tener que hacer el boca a boca y a mí me iban a encender el pelo con la bronca que me iba a llevar. Te pongas como te pongas ochenta musulmanes, son muchos musulmanes, a no ser que se encuentre uno en la Meca.

 Cómo tampoco podía hacer otra cosa y encima vi llegar a un tercer grupo más reducido pero en el que venía una mujer, antes de seguir contemplando como aumentaba el grupo y con el grupo mis problemas, decidí ponerme a trabajar y si de trabajar se trataba, en primer lugar tenía que dar las novedades correspondientes por muy pocas ganas que tuviera de hacerlo. Que al fin y a la postre la conseja esa que reza que al mal paso hay que darle prisa, no es que ofrezca solución a nada o casi nada, pero ciertamente el trago amargo, cuanto antes te lo tragues, mejor.

Llamé a mando y le di la novedad a Armada. Cuando le dije que seguramente Obradovic debía estarse enterando en ese mismo momento, si no lo sabía ya, del follón que teníamos armado con los musulmanes y del incidente con los croatas de la furgoneta, se puso serio, era normal, tratar con el comandante croata era muy jodido y comprendía perfectamente al capitán. Como ya había cogido carrerilla,  pensé que de mojados al río y le comuniqué que el grupo de los musulmanes sumaba unos ochenta y que se estaban concentrando en las cercanías del cuerpo de guardia.

Oí por el genéfono la aspiración que hizo el capitán Armada, le oí renegar por lo bajini y me dijo.
― Rives echa a esa gente de ahí.
Bueno ya estaba organizada la fiesta. Ahora me tocaba reconducir el asunto.
― No puedo echarlos de donde están, mi capitán, porque de acuerdo con sus instrucciones están fuera del recinto del destacamento y por lo tanto no tengo autoridad para decirles que se vayan y mucho menos para echarlos.
― ¿Dónde están exactamente los musulmanes, Rives?
― Al otro lado de la pista que pasa por debajo del barracón del cuerpo de guardia.

Permaneció en silencio, aproveché la oportunidad y le comenté lo de la responsabilidad que tenían las autoridades croatas al poner en libertad a los musulmanes, cuando los podían haber entregado a ACNUR, vamos que le solté el rollo completo y ya para finalizar le pregunté si habían llamado a agencia de los refugiados, la contestación me puso a cien por hora.

― Coño Rives, no sé por quién me tomas, fue lo primero que hice esta mañana en cuando empezó el jaleo, pero los responsables de ACNUR - los únicos que pueden tomar una decisión al respecto - están pasando el domingo en un yate que han alquilado y están navegando por el Adriático, se escudan en qué es domingo y que por eso no los tienen localizados.

― En primer lugar, eso de que no los tienen localizados es mentira, ya verá usted mi capitán que va a ser domingo  y no estarán localizables, hasta que se líe el jaleo. En cuanto el follón se ponga en marcha y Dios no lo quiera, haya muertos o heridos va a dejar de ser domingo en el acto y verá que pronto los localizan. Qué domingo es para todo el mundo, hasta para los musulmanes  y aquí estamos usted y yo viendo de arreglar este asunto.

Armada me cortó el rollo ― Rives tú a lo tuyo y deja que en mando resolvamos los problemas que son de nuestra responsabilidad. Dices que no puedes echar a los musulmanes porque éstos no están en terrenos del destacamento y por lo tanto no están bajo la protección de UNPROFOR y tienes razón, pero de la misma manera te abstendrás de intervenir si llegan los croatas y se lían con ellos. Ya lo sabes, no es asunto nuestro.

― Mi capitán es que el asunto no es tan sencillo, imagínese que se lían a tiros con esa pobre gente.
― Rives no exageres, no hay porqué ponerse en lo peor, no van a liarse a tiros. Pero que te quede claro una cosa, te ordeno que suceda lo que suceda, mires para otro lado.
Me subió un escalofrío por la espalda, le dije que a la orden y empecé a preocuparme de verdad.

Salí a la puerta del cuerpo de guardia, había comenzado a lloviznar aunque muy levemente, mi amigo Morales, Ascanio y un par de legías más, con alma de Teresa de Calcuta, estaban desplegando la lona del BMR para evitar que se mojaran. Iba a decir que la quitaran, pero me encogí de hombros, si se liaba, lo de haberle puesto un toldo a los refugiados iba a ser el menor de mis problemas.

Mientras le daba vueltas a la cabeza, vi bajar a Adriana, la intérprete, que supongo venía a charlar con los musulmanes y de paso a contarlos; según mis cuentas teníamos ya  sesenta y cuatro. Adriana habló con ellos y tras la charla se acercó a mí. ― Vete con cuidado porque las órdenes son de Medjugorje, dicen que no tenemos nada que ver con esa pobre gente y su seguridad, así que no creas que la culpa es de Armada, que está muy fastidiado, el teniente coronel ha hablado con el coronel y le ha pedido que haga lo imposible para que ACNUR se presente lo más rápidamente posible y el Coronel Morales se ha comprometido a ello, pero ha insistido en que bajo ningún concepto les demos acogida, la orden de no acogerlos debe venir de más arriba.

Bueno, pues ya estaba planteado el problema, esperaba tener todos los datos que conformaban la ecuación, si me equivocaba se iba a liar la de san Quintín, pero en esta vida las cosas vienen como vienen y a veces uno tiene que hacer lo que cree que debe hacer. Tenía un as en la manga, el de espadas, ya que éramos legionarios y muy probablemente esa carta me iba a permitir salir con bien del asunto, aunque éste se complicara.

Me planteé qué es lo que decidiría hacer Obradovic e independientemente que debía estar dando la murga hasta en Kiseljac, estaba convencido que nos iba a mandar el HVO, al ejército regular croata. Hasta ese momento nos habíamos visto las caras con unos cuantos civiles, unos armados, otros sin armas a la vista, que se habían limitado a insultar y amenazar. Después tocó lo del grupo de milicianos croatas, gente mayor que seguramente pertenecían a unidades  de la defensa territorial, eran del tipo que nos encontrábamos en los check points y aunque tenían el gatillo fácil y más si estaban hasta arriba de rakia, militarmente hablando no me preocupaban lo más mínimo.

Ahora el comandante Obradovic, movería ficha y conociéndole, no se iba a limitar a quejarse por el teléfono, nos mandaría dos o tres vehículos con gente del HVO, tampoco demasiada gente, porque una cosa es gallear y otra muy distinta forzar la mano y que se líe una buena en un campamento de UNPROFOR. No es lo mismo ponerte borde en un check point, que montarla en un cuerpo de guardia de las fuerzas de la ONU y que el asunto termine en los foros internacionales.


Así que estaba convencido que nos mandaría al HVO y yo debía preparar mi jugada, siempre se me ha dado muy mal mirar para otro lado, tal y como me había ordenado Armada y no había ido hasta Bosnia para aprender a hacerlo. Los del HVO se iban a encontrar con la horma de su zapato y después ya veríamos, que las cosas se pueden planear antes de que sucedan, pero una vez se ponen en marcha, nadie sabe cómo acaban.

Mandé llamar a los jefes de pelotón, les iba a explicar lo que íbamos a hacer y después de hacerlo ya veríamos lo que sucedía. Francamente les iba a pedir mucho, porque lo del as en la manga no se lo iba a contar. Entraron tras pedir permiso y los miré a la cara, me sentí reconfortado, con esa gente se podía ir hasta el fin del mundo, estaba seguro que no iban a fallar.
― Vamos a ver, estoy seguro que el HVO va a venir a visitarnos y vamos a prepararles una buena bienvenida  ― dije.”

Lo del HVO y su visita se lo cuento a ustedes el próximo domingo

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