La Colmena, una novela de lectura imprescindible

 


Después de más de treinta días de ausencia vuelvo a la actividad y a abusar de su paciencia con mis comentarios sobre literatura. Desde pequeño he sido muy aficionado a la lectura, pero debo significar que mis gustos siempre han ido por el camino de los relatos, naturalmente he leído otras cosas además de novela, pero el grueso de mi experiencia lectora está conformado por las novelas que he leído.

Es por lo que estos comentarios tratan, al menos por ahora, de esas novelas que por uno u otro motivo me han impresionado. Siempre he sostenido, seguramente lo habré leído en alguna parte, que en España contamos con tres novelistas fundamentales, que lo son porque cada uno de ellos, en su momento, supieron escribir una novela que rompía con la tradición literaria imperante y que imponía un nuevo estilo en los relatos de su época.

Hablo en primer lugar de don Miguel de Cervantes, que con su Quijote implantó un cambio importantísimo en el estilo de aquellas novelas de caballería que entonces se escribían y que fue capaz de escribir una obra que ha tenido una influencia mundial desde su creación hasta la fecha. Cronológicamente hablando, coloco a don Benito Pérez Galdós en segundo lugar. Un escritor que fue capaz, a través de su ingente obra, de introducir en España el realismo en la manera de novelar de los autores de aquel entonces, un escritor español que fue uno de los representantes más preclaros de la novela realista mundial del siglo XIX.

Y ya para terminar Camilo José Cela, que comenzó su andadura como novelista con “La familia de Pascual Duarte” con la que creo una suerte de estilo que dieron en llamar el tremendismo. Cela no se conformó con lo conseguido en aquella novela y siguió experimentando y con una de sus obras maestras “La Colmena” consiguió crear en España un nuevo estilo de novelar. Por eso son importantes los tres autores que he citado, porque cada uno en su momento cambiaron los modos y maneras de escribir la novela y eso amigos míos pocos autores lo han conseguido.

Pero vamos a lo que vamos. “La Colmena”, fue una obra que le causó a Cela grandes preocupaciones, de hecho el autor la comenzó a escribir en el año 1.945 y logró darle fin tres años más tarde, ya que tuvo que repasarla varias veces, pues la censura no le admitía el texto tal y como él deseaba. De hecho harto de tanto problema, el carácter de Cela que era temible, le impelió a lanzar, literalmente, el original de "La Colmena" al fuego, que fue rescatado por las manos de un familiar cercano salvándolo de una inminente destrucción. Al fin Cela decidió publicarla en Argentina, la obra vio la luz en Buenos Aires en el año 1.951, y tuvo una extraordinaria acogida desde el primer momento. Éxito internacional que contrastaba con la fría acogida que la novela recibió en España, aunque al final la fantástica calidad literaria del autor se impuso en nuestro país a las críticas mal intencionadas, a la envidia y a la mediocridad.

Camilo José Cela lleva a cabo en la novela una magistral exposición de la clase media española empobrecida tras la Guerra Civil, sin voz, temerosa, incapaz de asumir su nueva situación y que se defiende adoptando el lenguaje del disimulo que le aconseja el temor a la nueva situación política tras la contienda sufrida. La obra se desarrolla a lo largo de tres días y la protagonizan una innumerable cantidad de personajes que están relacionados en mayor o menor medida por la asistencia a un café. Un café típico y tópico en ese Madrid de la gente modesta que lucha para subsistir, en ese Madrid del año 1.942, año en el que transcurre la acción de ese torrente o colmena de personajes, como el propio Cela los define, que bullen en sus páginas.

Decía Cela en una Nota a la primera edición de La Colmena, que me van a permitir que cite: “Esta novela mía no aspira a ser más –ni menos, ciertamente- que un trozo de vida narrado paso a paso, sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre, exactamente como la vida discurre. Queramos o no queramos. La vida es lo que vive – en nosotros o fuera de nosotros-; nosotros no somos más que su vehículo, su excipiente como dicen los boticarios”.

Antes he hablado de la innumerable cantidad de personajes que pueblan las páginas de la novela, concretamente creo que son ciento setenta y uno los que intervienen en la narración. Esa abundancia no les resta ni un ápice de la calidad literaria que atesoran. En el Cela de “La Colmena” el mérito reside por una parte en la maravillosa capacidad fabuladora del autor para crear esa larga serie de personajes, todos ellos de una solidez y calidad insuperables, acompañados por el vigoroso uso del lenguaje común en la construcción de una obra de ficción. 

Cela aplica el lenguaje del común de los mortales, el lenguaje desinhibido de esa clase media tantas veces señalada, ese lenguaje urbano que contrasta poderosamente con el lenguaje recargado, retórico y artificial tan común en la literatura de la época. La figura de Martín, el principal protagonista, la frustrante relación que mantiene con su familia, el reencuentro con un viejo amorío de la facultad, la imposibilidad de encontrar un trabajo que le permita sobrevivir con dignidad, le convierte en el símbolo de la realidad inexorable, en la representación de la inseguridad de ese momento histórico y en la personificación de la incertidumbre de cara a lo que pueda venir.

Una obra que relata la historia de un momento social muy duro, en el que la necesidad y la falta de soluciones al futuro más inmediato marcaban a una sociedad temerosa y falta de horizontes y esperanzas. Escrita en un castellano vigoroso, claro y contundente, que en el momento de su publicación constituyó una novedad muy difícil de aceptar sobre todo para los sectores más oficialistas de la literatura española de aquellos tiempos.

Un auténtico mosaico de la realidad española de aquellos años, descrita sin acritud pero de forma muy realista, constituyó en su momento una auténtica sensación para el público español, poco acostumbrado a obras de tal talante y a lenguajes, que a pesar de que se usaban en la calle con absoluta normalidad, resultaba para los más estrechos de mente, muy sorprendente encontrarlos en una novela.

No pretendo descubrir nada a nadie, pero sí quiero recordar esta novela tan importante en nuestra literatura. Me imagino que muchos de mis lectores ya la habrán leído, no hay problema, les recomiendo una atenta relectura que estoy seguro les va a encantar. Y para aquellos que no la conozcan, un consejo, léanla, es una novela fundamental de nuestra literatura.

Hasta aquí hemos llegado, espero que si Dios quiere y a mí me da salud y a ustedes paciencia, nos volvamos a encontrar por aquí el próximo sábado. Hasta entonces cuídense mucho. Un abrazo.

Como probablemente sepan ustedes he publicado una novela negra "Al madero no le gusta la ropa vieja" cuyo escenario es Fuerteventura y su capital, Puerto del Rosario. Sus protagonistas, dos guardiaciviles que investigarán un homicidio. Por si estuvieran interesados en adquirir un ejemplar aquí les dejo el enlace que les permitirá hacerlo. ¡Feliz lectura!

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