La liamos en el Alexis Ham Bridge (Segunda entrega)

El puente de Alexis Ham

Lentamente la columna salió de Mostar y tomó la carretera que nos llevaría a Jablanica, lugar en el que se suponía recogeríamos los doscientos refugiados croatas para llevarlos hasta Mostar. A la cabeza del convoy iba el Nissan del comandante de Estado Mayor que dirigía la “operación”, así al menos la llamaba él. Corrigió a través de la radio que le habíamos prestado, la velocidad del convoy que le parecía se movía demasiado lentamente y  mandó acortar las distancias de seguridad entre vehículos.

No es que fuera cómodo soportar su continua utilización de la radio, hay gente que  como coja un micro no puede evitar saturar las frecuencias pero tampoco valía la pena sufrir demasiado por ello. Cuando todavía no habíamos llegado a Potoci el ANPRC77 que utilizaba tan profusamente el comandante empezó a dar problemas, se le escuchaba con dificultad, tenía interferencias y se cortaba el audio muy frecuentemente. Miré a Guerra, que se encogió de hombros, no sabíamos que pasaba, pero rogué al cielo para que los fallos que se iban encadenando cada vez  con más frecuencia, fuera una de esas cosas transitorias que a veces ocurren con las transmisiones y que tal como vienen, se van.

Pero no llevábamos ni nueve kilómetros recorridos cuando la frecuencia quedó muda, a menos de cincuenta metros vi cómo se encendían las luces de freno del Nissan y avisé a Morales para que estuviera atento. El vehículo se detuvo, el comandante descendió y me hizo señales con los brazos para que me detuviera, definitivamente se había quedado sin transmisiones. Maldije mi suerte, las cosas ya iban mal y ahora con lo de la maldita radio seguro que el humor de mi jefe accidental no iba a mejorar lo más mínimo.

Detuvimos el BMR y como él seguía al pie de su Nissan mirando hacia el blindado con cara de pocos amigos, decidí bajar y ver qué era lo que sucedía. Le dije al 1º Guerra que se quedara en el blindado y que me mandara a un legionario. Rápidamente me acerqué al Nissan.
― A la orden mi comandante ¿qué es lo que sucede?
― Que la radio que me has dado no funciona, me ha dado problemas desde el principio y por fin se ha parado, ni emite, ni recibe.
Escudo de la Armija
Oí como el soldado que conducía el Nissan decía  ― Seguro que la pila se ha agotado ― Es lo que pasa con los soldados que tratan con los mandos - sean conductores, operadores de radio, administrativos o cualquier otra cosa que les haga convivir próximos a los jefes -  al final no saben cuál es su lugar,  cuando deben abrir la boca y cuando deben guardar silencio. Lo miré, tenía cara de listo. Seguro que era el más inteligente de su clase, igual era el más espabilado de su unidad y muy probablemente fuera el más listo del Nissan, pero no tenía ni puñetera idea de lo que estaba hablando.

― Mi comandante, llevaba usted una pila nueva de paquete. Ese 77 funcionaba perfectamente, vamos a ver qué es lo que le puede haber pasado.
Miré a mí derecha― Ascanio, si el conductor si puede,  que baje el 77 del Nissan
Lo he dicho hace un momento, tenía cara de listo y lo era, me entendió a la perfección y en unos segundos estaba pie a tierra y bajaba la emisora por la puerta del pasajero.
Comprobé la frecuencia y la conexión del microteléfono, por ahí no había problemas, pero el aparato estaba muerto, no se oía ni ruido de fondo.

Se me estaba ocurriendo una cosa, pero no me la quería creer― Mi comandante  ¿Cuándo ha fallado el 77, le ha quitado usted la antena?
― No ni siquiera se la habíamos puesto, enlazaba perfectamente sin ella. Algo le ha pasado, seguramente estaba averiado.
Metí la mano en la bolsa de respeto y saqué la base de antena.
― Mi comandante, me dice usted que no le han puesto la antena y esto  ― le enseñe la base ― ¿tampoco se lo han puesto?

El de Estado Mayor se estaba empezando a cabrear, supongo que pensaba que lo estaba interrogando gratuitamente y eso de que un teniente hiciera preguntas incómodas no debía venir reflejado en su particular manual. Respondió tajante.
― Ya te he dicho que no, tal como me lo diste lo puse en marcha y no he tocado nada más, empezó a dar problemas enseguida y al final se ha parado.

Respiré dos o tres veces antes de continuar, le eché una mirada mortal de necesidad a Ascanio, que en silencio se estaba gozando la charla y  al que se le escapaba una sonrisita de cachondeo que no podía permitir. Cuando Ascanio volvió a poner la cara de póquer que el manual señala, debe adoptar cualquier subordinado que accidentalmente es testigo de una charla entre  dos superiores, uno de los cuales se va a llevar un corte monumental, le dije a mi comandante con toda la calma que pude recabar.
― Mi comandante ha quemado usted el 77.
― ¿Qué dices?, ¡cómo va a ser eso! ― exclamó ya con mala leche declarada.
El check point de la emboscada

― Mire usted mi comandante, si usted pone el 77 en marcha sin la base de antena y lo utiliza, se quema el aparato. No me pregunte cómo funciona el mecanismo, pero siempre hay que poner la base de la antena, roscarla sin forzar hasta el tope y tras ello puede usted hablar lo que quiera. Porque el extremo de la rosca hace contacto con una pieza del interior, creo que esférica, que asegura que no suceda lo que ha pasado.
 Me miró con expresión de cálculo, creo que pensaba que lo estaba engañando ― Es la primera vez que escucho eso que me estás contando.

Yo estaba muy cabreado, el comandante se había cargado mi 77 al que cuidábamos con mimo exquisito porque sabíamos que si lo teníamos que utilizar, sería porque las circunstancias nos habrían obligado a echar pie a tierra y en un momento de apuro es fundamental tener enlace. Ahora le tendría que dar otro 77 y ya la sección se queda lista de papeles, sin transmisiones con un único ANPRC operativo y encima el jubiloso padre de la criatura me miraba como si le estuviera intentando colar una milonga.

Sin que pudiera remediarlo, aunque tampoco es que me empeñara demasiado en poner remedio, se me calentó la boca y le espeté ― Claro mi comandante, cuando explicaron eso en la Academia usted debía estar de cuartelero de wáteres ― me arrepentí en cuanto solté la frase. Se hizo un silencio absoluto, todos los presentes, el listillo del conductor, Ascanio, el comandante y yo estábamos francamente incómodos.

Como el asunto ya no tenía solución, me dediqué a hacer lo que debía hacer. Le ordené a Ascanio que se acercara hasta el 1º Arienza y le pidiera su ANPRC77; mientras se lo decía percibí un movimiento en la carretera y cuando me volví, vi al cabo Cisneros que venía al trote con el 77 en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. Me asombró la capacidad que tenían mis cabos 1º para anticiparse a mis órdenes.

Tenía que poner aquello en marcha, ya tendría tiempo después para asombrarme todo lo que quisiera. Le di  a Ascanio el  77 que había cantado las diez de últimas hacía unos minutos y le ordené que se fuera al blindado y se quedara allá. Llegó Cisneros, coloqué la base de antena al 77 lo puse en marcha y comprobé su funcionamiento. El Mercurio me dijo que se me oía alto y claro, comprobé que llevaba una pila de repuesto nueva de paquete, como todas las que teníamos en la sección – algún día explicaré cómo las conseguíamos  -  y tal como estaba se lo di al conductor del comandante, que se apresuró a quitármelo de las manos.

El comandante me miró fijamente en silencio, pero entendí perfectamente el mensaje que me estaba mandando. Cuando esto acabe, te vas a enterar de lo que vale un  peine, legionario de los cojones. Fue eso o algo así, que ya saben ustedes que con la telepatía, si no lo tienes muy entrenado, cuesta trabajo entenderse; pero palmo arriba, palmo abajo, eso es lo que pensaba el comandante. Se subió al Nissan y como yo que ya lo tenía todo perdido y me daba igual ocho que ochenta, me quedé inmóvil, mirándole esperando a que me dijera algo, que al fin y a la postre era lo menos que podía hacer. Me dijo silabeando lentamente ― Vámonos.

Nos pusimos en marcha, el 1º Guerra que sabía lo que había ocurrido porque al cabrito de Ascanio le había faltado tiempo para contar el asuntillo del cuartelero de wáteres, me miraba con su mejor cara de comprensión solidaria, sabía que me la había buscado. No iba a comentar nada con él ya habría tiempo, ahora mismo no tenía ganas de hablar con nadie. Seguimos carretera arriba sin que hubiera novedad, el 77 del 1º Arienza con la base de antena puesta funcionaba perfectamente, lo que permitía al comandante llevar un férreo control radiofónico de la columna, quizás no tan férreo porque los cinco autobuses del HVO no tenían radio y además, como buenos croatas, iban a su puto aire.

Escarapela del IV CE de la Armija
Ya estábamos a unos diez kilómetros de Jablanica cuando llegamos el puente que permitía pasar de la ribera este a la oeste. Llegabas a la entrada del puente y hacías un giro de casi noventa grados a la izquierda, cruzabas el río, y cuando llegabas al otro lado volvías a girar a la derecha casi en ángulo recto para seguir la carretera que corría entonces entre el río al este y la vía del tren que transcurría paralela a la carretera, pero a unos siete metros de altura sobre el nivel del asfalto.

Era un lugar peligroso porque la Armija tenía en un saliente de la ribera este una serie de fortificaciones que les permitían enfilar de flanco con fuego de armas automáticas y contracarro la recta de la carretera que tenía unos seiscientos metros de largo, por otra parte en la vía del tren aprovechando la existencia de un túnel, tenían instalado un cañón antiaéreo de 20 mm que utilizaban para tiro terrestre y que tenía una enfilada perfecta sobre la maldita recta, en la que, justo a su finalización, tenían colocada la caseta del puesto de control.

Había que tener la precaución de pasar el check point de uno en uno y no entrar en el puente hasta que el vehículo precedente no hubiera cruzado completamente el control. Era el procedimiento establecido y aunque fuera lento te garantizaba no quedarte bloqueado en la recta de la carretera en una situación nada deseable, con un río a tu derecha y el talud de la montaña a tu izquierda quedabas, expuesto a fuego de enfilada y de flanco, en una situación muy vulnerable.

El comandante hizo alto ante tres armijas que se encontraban en la entrada al puente. Conversó con ellos y por radio ordenó de frente. Mis acciones estaban muy bajas, pero por radio le sugerí que me dejara pasar en primer lugar y que cuando yo hubiera superado la caseta al final del check point y sólo entonces que fueran pasando los demás de uno en uno.

Me mandó callar y ordenó de frente. Y disciplinados, fuimos de frente a la emboscada más clara que jamás le han montado a nadie.


Pero eso ya se lo cuento mañana si a ustedes les parece bien.

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