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Como adivino ... no tengo precio



Es muy cierto que como adivino no tengo precio, pero no porque valga mucho, sino por todo lo contrario, debo reconocer que adivinando lo que vaya a suceder en el futuro no valgo un céntimo. No sé si a la bola de cristal que me vendieron en un chino le fallan las pilas o venía con un defecto de fábrica, pero la verdad es que llevo unos años que acierto bien pocas cosas. Viendo que la dichosa esfera mágica no funcionaba, decidí aprender uno de los muchísimos métodos, que desde el nacimiento de las humanidad existen en este mundo, con los que adivinan el futuro aquellos que los conocen.

Alguien me habló de la Cromniomancia y quizás hubiera elegido ese método, no me atrevo a llamarlo ciencia, si viviera en Lanzarote donde se cultiva tanta cebolla, porque este procedimiento de adivinación utiliza los bulbos de esa planta herbácea, estudiando su olor, color, forma y la dirección que toman sus brotes para predecir el futuro. Pero después de un par de encontronazos con mi mujer por un quítame allá un par de cebollas, decidí dejarlo correr y seguí un curso sobre Cafeomancia, que es el procedimiento que adivina el futuro estudiando los posos del café o las formas que deja la infusión en el fondo de la taza, que seguro me iba a evitar problemas conyugales.

Si digo verdad, por mucho empeño que puse no fui capaz de predecir ni siquiera que Sánchez nos iba a subir los impuestos, así que después de mucho tiempo, muchísimas tazas de café, una buena suma de dinero y unas cuantas discusiones con mi profesora que estaba hasta el moño de mí, vine a enterarme que con el café descafeinado, que es el que tomo, no se puede predecir nada de nada. Tras esos dos fracasos y unas cuantas advertencias de mi mujer, me rendí y dejé las mancias de lado y aquí me tienen ustedes reconociendo palmariamente mi inutilidad para predecir el futuro.

Y como estoy seguro de que a estas alturas del escrito muchos de ustedes se preguntarán que tiene que ver mi capacidad, o por mejor decir, mi incapacidad para predecir el futuro con la novela negra o la novela que estoy próximo a publicar,  que como bien saben ustedes lleva por título “Al madero no le gusta la ropa vieja”, si me lo permiten se lo voy a explicar, porque les aseguro que algo tienen que ver. Así que sigan leyendo pacientemente, que más pronto que tarde conocerán el nexo entre mi declarada ineptitud para adivinar lo que sucederá en el futuro y mi novela.

Los más fieles de mis lectores quizás recuerden que a finales del mes de febrero o principios de marzo del año 2010 mi buen amigo Benito Reyes me invitó a dar una conferencia sobre novela negra que iba a organizar la Asociación de Vecinos de las 90 Viviendas, acepté no sin antes advertirle que mi supuesta sapiencia no llegaba para dar una conferencia y que si él y los vecinos de las 90 se conformaban con una modesta charla, por mí no había problema.

Aceptaron encantados, llegó el día,  me presenté allí y les hablé de lo que yo sabía de novela negra, que ya saben ustedes que no es mucho. Pude ver con sorpresa que los asistentes estaban muy interesados, pero cuando abrí el turno de ruegos y preguntas la cosa se calentó y estuvimos bastante más de dos horas, ellos preguntando y yo contestando como buenamente podía. Entre las preguntas recuerdo perfectamente la que me hizo Nuria González, periodista y a pesar de ello buena amiga, la había visto dos veces levantar la mano y a la tercera… pues eso, a la tercera va la vencida y le di el turno de palabra,  lo recuerdo porque, como ya les he dicho, de memoria estoy la mar de bien. Dijo mi amiga Nuria ¿Para cuándo una novela negra escrita por Miguel Rives? Y desgraciadamente también recuerdo mi contundente respuesta: “Nunca, yo soy lector, no escritor”.

Creo que esta respuesta es otro de los hitos personales que demuestran que cuando se me ocurre hablar del futuro, no doy una. Está claro que aquel día mis capacidades adivinatorias estaban bajo cero, tampoco es que tenga mucha importancia pero se lo estoy contando para que entiendan mi problema con la visión del futuro.

Aquella charla dio para mucho más, otro asunto relacionado con ella me tiene muy preocupado, resulta que hablando de la novela negra nórdica y de lo distintas que son las idiosincrasias de los escandinavos y la de los españoles, saqué a colación a Camilla Lackberg, autora de éxito que sitúa todos sus relatos en su pueblo, la población de Fjällbacka, a Assa Larsson que hace lo mismo con Kiruna y puestos a hablar de escritores suecos me acordé de Henning Mankell y de la ciudad de Ystad.

Todos ellos habían situados sus novelas en las poblaciones que he señalado y tanto sus habitantes como las autoridades municipales respectivas, están encantados de la vida con la ocurrencia de los escritores que consiguieron colocar a esas poblaciones en el mapa existencial de millones de lectores y tras señalar esto hice una pregunta retórica ¿Se imaginan la que se podría montar en Puerto Rosario si a alguien se le ocurriera escribir una novela negra en la que se cometan delitos, asesinatos, etc., y la situara aquí? Y como la pregunta era retórica, me apresuré a contestarla, que para eso se hacen este tipo de interpelaciones y dije muy serio “Lo echarían del pueblo”

Ayer recordaba la charla, la pregunta y mi ocurrencia y como es lógico pensé, no acertaste en lo de la novela, ha ocurrido justo lo contrario, la has escrito y además parece que están a punto de publicarla, aunque eso, teniendo presente mi falta de habilidades adivinatorias, resultaba previsible; pero cuando recordé lo que había dicho sobre lo que le podía suceder al autor de una novela en la que se describieran delitos de sangre y  el relato se situara en la vieja Maxorata, no me quedé nada tranquilo. No debiera ser así, porque si estimo que soy incapaz de predecir lo que sucederá en un futuro, mi afirmación de entonces lo que hacía era garantizar que con toda seguridad sucediera exactamente lo contrario a lo que yo afirmaba, así que lógico sería que no me echaran de Puerto Rosario e incluso pudiera suceder que las autoridades y los vecinos estuvieran encantados de que su ciudad aparezca en un libro.

Debería estar tranquilo ¿pero saben lo que les digo? Que con la suerte que tengo, igual esta afirmación va a ser la excepción que confirme la regla y cuando se publique la novela estoy convencido que comenzaré a tropezarme con ciudadanos indignados con mi ocurrencia de situar un homicidio, una red de blanqueo de capitales y un grupo de corruptores de menores en la maravillosa isla de Fuerteventura, o con vecinos que estimen que trato mal a la Guardia Civil o  justamente lo contrario..., vaya uno a saber.

Veremos en que quedará la cosa. No estoy nada tranquilo, aunque espero que gane mi incapacidad para ver el futuro y todo vaya como la seda. Hasta aquí hemos llegado. Si Dios quiere, nos veremos por aquí el próximo miércoles. Cuídense mucho.

Un abrazo.

 

 

 

 

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