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El misterio de las compras de Salvador Illa

Arancha González Laya y Salvador Illa
Tengo que reconocer que a Salvador Illa le tocó bailar con la más fea, nada le hacía presagiar aquel 13 de enero en el que tomaba posesión como nuevo ministro de Sanidad, lo que le esperaba a la vuelta de la esquina. Todo el mundo sabía que él era el hombre que representaba la cuota del PSC en el gobierno y llegaba al Consejo de Ministros porque era un hombre de la confianza de Miguel Iceta al que se le reconocía una gran capacidad para la negociación.

Y por esa cualidad y por su reconocida lealtad al partido entró en el equipo de Pedro Sánchez, iba a ser uno de los protagonistas en la “Mesa de Negociación” con los independistas catalanes, de hecho Illa no acudió a una reunión de ministros de Sanidad de la Unión Europea porque coincidía con una de las sesiones de la Mesa de Negociación y acudió a ella porque ese era su trabajo, no el del ministerio. En su toma de posesión se limitó  a largar un discurso de apaño en el que afirmó que durante su mandato estaba dispuesto a "escuchar y resolver" y mostró su "firme voluntad" de trabajar de "inmediato" con todo el sector en las cuestiones "pendientes y los desafíos" que afronta actualmente el Sistema Nacional de Salud.

Le quedó bonito y tampoco se comprometió demasiado, dijo lo que se esperaba que dijera y cuidó muy mucho de no comprometerse con los problemas concretos de un ministerio, que no iban a ser de su incumbencia. Al fin y al cabo, él como todos, sabía que el Ministerio de Sanidad era una cáscara de huevo vacía, un ministerio sin competencias, porque la Sanidad Pública en España la administran las CC.AA y por eso lo nombraron para ese puesto, para que trabajara en otra cosa y no molestara en el Consejo de Ministros, lo suyo sería torear de la mejor manera posible a la gente de ERC y sobre todo a Torra y seguir las instrucciones que le diera Sánchez al respecto.

Pero lo que cuenta ahora este gobierno social comunista de que nadie podía prever lo de la pandemia, era cierto aquel 13 de enero de 2020, pero muy poco después dejó de ser cierto porque a los pocos días de la toma de posesión, la OMS advertía de la existencia de una pandemia y recomendaba que todo el mundo se preparara para lo que se nos venía encima, cuestión que a Pedro Sánchez y a sus cuates, muy ocupados en sus cosas, les entró por un oído y les salió por el otro.

Pero el trece de marzo llega lo del Estado de Alarma, con el gobierno absolutamente desbordado y se nombra a Salvador Illa como la única “Autoridad Delegada” en este país. Muy probablemente Salvador Illa sea un licenciado en Filosofía y Letras con un profundo conocimiento de la filosofía, pero de Sanidad no sabía nada, ni siquiera de cómo se administra un ministerio. A pesar de ello Sánchez lo puso al frente de la lucha contra el coronavirus para que entre él y Simón le tranquilizaran al rebaño.  El gobierno se enfrentaba a un problema de muy difícil solución, tenían que comprar todo lo que no habían comprado en el mes de febrero cuando la UE y la OMS advertían a los estados para que se aprovisionaran de aquello que les pudiera faltar y aquí a pesar de que se nos advirtió, no hicimos ni puñetero caso.

Veamos, en los días 3 y 11 de febrero la OMS instó a los gobiernos de la CE a que adquirieran el equipamiento necesario para hacer frente al coronavirus, el 12 de febrero la CE pedía lo mismo. Salvador Illa contestó "España tiene suficiente suministro y equipos personales de emergencia en este momento" y para que no cupiera duda alguna, añadía "Tenemos un Sistema Nacional de Salud muy potente, robusto, con grandes profesionales y estamos preparados para hacer frente a la situación".

Después vino lo que todos sabemos, los muertos, los infectados, la epidemia creciendo exponencialmente, las mascarillas que no servían, los test que no funcionaban, los sanitarios sin la protección adecuada, unos intermediarios a los que nadie conocía, empresas a las que se les concedían contratos muy importantes y de las que ni siquiera se conocía su dirección, aquél intermediario de confianza que Salvador Illa se negó a identificar y un largo etcétera de disparates. 

Pero hay una cosa que me llama la atención, Illa será filósofo, no sabrá ni jota de Sanidad, del coronavirus sabe lo que cualquier ciudadano medio que lea la prensa, pero sin embargo tenía relaciones con mucha gente que se movía en el oscuro mercado internacional sanitario, porque llama la atención que muchas de las empresas raras que han intervenido en la compra de material sanitario y también algunos intermediarios, sean catalanes. Que esto es, o que Salvador Illa tiene muy mala suerte y miren ustedes qué casualidades tiene la vida que todos son catalanes, o es otra cosa y ahí hay que ponerse serio.

Hemos comprado tarde, hemos comprado mal, nos han timado y hemos pagado unos sobreprecios de escándalo y decía la Ministra de Exteriores que es que no se conocía el mercado y aquí es donde mi capacidad de comprensión se agota. El nombramiento de Dª Arancha González Laya como ministra de Exteriores, sorprendió en su momento porque a lo largo de su carrera tuvo escasa vinculación con la diplomacia y la Administración española, en realidad González Laya es una experta en comercio mundial. Fue directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional y subsecretaria general de la Organización de las Naciones Unidas y también fue jefa de gabinete del antiguo director general de la Organización Mundial del Comercio.

Y ahora viene la pregunta, no del millón de dólares que dicen los yanquis, sino de los mil millones de euros que hemos despilfarrado en material de tercera a precio de material de lujo. ¿Teniendo en el Consejo de Ministros a una especialista en comercio internacional, con gran experiencia y mejores contactos, no hubiera sido más lógico que fuera ella la que se encargara de la adquisición del material sanitario, en lugar de dejar a Salvador Illa, que no tenía ni idea, cometer disparate tras disparate?

¿Les parece raro verdad? Pues más raro sonará cuando empiecen a caer querellas por lo que se hizo con nuestro dinero, que se gastó de manera opaca y sin que nadie haya justificado cómo fue lo de elegir a gentes raras, pero muy raras, que como único mérito exhibían en su currículo algún que otro trienio en la banda de Alí Baba. Todo se justificó por la falta de experiencia en los mercados internacionales y eso lo hacía un gobierno que contaba en el Consejo de Ministros con una especialista de primera categoría en comercio mundial y no es que no lo supieran porque ahora resulta que Arancha González Laya puede ser la candidata de la CE para ocupar la dirección de la Organización Mundial del Comercio.

Es cierto que a Salvador Illa le tocó bailar con la más fea, pero este asunto suena mal y huele peor. ¿Qué se hizo de nuestro dinero? ¿A qué precios compramos? ¿A cuánto ascendían las comisiones de los intermediarios? ¿Quién los presentó al Ministerio? Y podría seguir haciendo preguntas, que este gobierno se negaría a contestar. Esperemos que los tribunales entren por derecho en este asunto.

¿Dicen que no sabían? Me parece que, por el contrario, “sabían” demasiado.






Comentarios

  1. Porqué fabricantes españoles de mascarillas y otros EPIS ofrecieron su mercancia al Ministerio de Sanidad a precios normales, baratos y fueron rechazados? Como una partida de unos tres millones 3.000.000 de mascarillas FFP2,y con capacidad de fabricar otras tantas en un par de semanas, éstas, estaban para llegar y coger por un precio de dos millones y pico,cerca de los tres y luego en una partida igual pagaron diecisiete millones 17.000.000? Y porqué clausuraron todas las fábricas y se llevó la policía y guardia civil todo el material?..Señores...lo vendieron a otros países como Italia, un material que no era suyo y se quedaron la pasta.

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