¿Será que se drogan?


Cuesta muchísimo trabajo soportar la absoluta incapacidad que demuestra el gobierno social comunista para manejar el problema de la segunda oleada del Covid-19 que ya estamos padeciendo y ya para qué les cuento, si hablamos de la crisis económica. Parece que Pedro Sánchez y sus cuates estén esperando que caiga sobre ellos el maná europeo y pare usted de contar. En Francia, ya se sabe que los franceses son muy suyos, también esperan que la Unión Europea comience a mandar el dinero para la recuperación económica, pero en lugar de irse de vacaciones, se preocuparon en estudiar lo que harían con ese dinero y ya tienen decidido cómo y en qué van a utilizarlo.

Aquí, como vamos de sobrados, el gobierno se fue de vacaciones, que para eso Dios creó el mes de agosto, y ahora más fresquitos están comenzando a pensar cómo van a utilizar esos fondos. La idea es crear un comité en la Moncloa que presidirá Iván Redondo y que será el organismo que ejecute las órdenes de Pedro Sánchez al respecto. Como los de la UE no estén al loro, ese dinero lo vamos a malgastar en progresistas fuegos de artificio, clientelismo político y cosas absolutamente inútiles al interés general, pero que satisfarán las propuestas más radicales de esta izquierda de nuestros pecados.

Padecemos un gobierno - veintitrés ministros lo componen - que francamente no sé yo si da más pena que miedo. Quizás fuera oportuno recordar a Alejandro Dumas, que aseguraba preferir los malvados a los imbéciles, argumentando que los malvados dejan algún respiro de vez en cuando. Será por eso que yo le tengo mucho miedo al gobierno. 

En sus filas abundan los ministros que los ciudadanos no saben ni quiénes son, porque nada han hecho desde su toma de posesión para que se les conozca. Aquí tienen algunos, que me parece que, a no ser que consulten ustedes a San Google Bendito, no van a tener muy claro que ministerio ostentan y mucho menos de qué problemas se ocupan:  José Manuel Rodríguez Uribes, Reyes Maroto Illera o Luis Planas Puchades, por poner un ejemplo.

Luego están los que han hecho tal exhibición de inutilidad, que se les conoce por sus constantes metidas de pata; gentes que cobran un sueldazo, que pagamos de nuestros bolsillos, y a los que conocemos por la facilidad que demuestran para mear fuera del tiesto. Podemos empezar por Alberto Garzón Espinosa, ministro de Consumo, que cada vez que abre la boca sube el pan. De tal manera que parece que el dicho de “calladito estás más guapo”, lo hubieran inventado para él. 

Sería muy injusto, si me olvidara de nuestro ministro astronauta, Pedro Francisco Duque Duque, que a pesar de que nunca fue a la luna, parece que no haya bajado de ella. Le salva el hecho de tener cara de buen chico, pero desde luego es un ministro absolutamente prescindible. Qué me dicen ustedes de María Aránzazu González Laya, que a pesar de ser la ministra de Asuntos Exteriores, lio la que lio con el asunto de Gibraltar, que quizás por eso sea por lo que les suene. Una especialista en comercio internacional que no intervino para nada en las compras de material sanitario en aquel mercado que no era capaz de comprender, Salvador Illa.

En esta lista de ministros conocidos por sus meteduras de pata, sobresale con luz propia Irene Montero Gil, la recordarán ustedes porque estuvo dando positivo en los test PCR más de dos meses. Es nuestra ministra de Igualdad, se supone gestiona un ministerio carísimo, que está empeñado en demostrar que todos los varones de este país somos violadores, maltratadores y violentos. 

No quiero ni puedo olvidarme, de mi paisano Manuel Castells Olivan, una vieja gloria intelectual, de vuelta ya de todo, que es el ministro más absentista de nuestra historia democrática, a pesar de que él se defiende explicando que eso no es más que una leyenda ciudadana. Lo conocerán ustedes por su peculiar gusto eligiendo las camisetas que luce y no por sus inexistentes aportaciones a la mejora de nuestra Universidad.

Creo que llevo ya ocho ministros que se distinguen por su inutilidad, suponen el 34,78% del Consejo de Ministros que me parece una cifra muy importante y conste que le perdono la vida a Teresa Ribera Rodríguez. La recordarán, fue aquella ministra que nos explicó que en Portugal las cosas iban mejor que aquí en lo que se refería al coronavirus, simplemente porque los lusos están más al oeste que nosotros. Una virguería difícil de superar y que salió de la boca de la Vicepresidenta cuarta del Gobierno del Reino de España y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y no de una víctima de la LOGSE, pero vamos a dejarlo ahí.

Aunque quisiera, no puedo olvidarme de Juan Carlos Campos Moreno, prescindible ministro de Justicia, que llegó al Consejo de Ministros exhibiendo como único mérito, el hecho de ser la pareja de Meritxell Batet, nuestra influyente presidenta del Congreso.

Claro que podría hablar de Ábalos, Grande Marlaska y algún otro, me van a perdonar pero esto se alarga y quería hablar de un caso inaudito protagonizado por María Jesús Montero, ministra de Hacienda y portavoz de este desgraciado gobierno, que no sé yo qué le ocurriría, pero quizás con ganas de hacerle la competencia a sus colegas metepatas del Consejo de Ministros, en su calidad de portavoz de gobierno, nos soltó a los españoles que estaba “convencida de que hay mucho que nos une” con ERC “pero sobre todo el amor por España”.

Honradamente, no puedo explicarme semejante disparate. Solo puede justificar lo que dijo el hecho de que la ministra sufriera una crisis psicótica en mitad de la rueda de prensa, o a lo peor es diabética y padeciera en ese momento una hipoglucemia severa. No quisiera pensar que la Montero anduviera de amanecida y no tuviera la mente muy clara después de una noche de juerga.

La verdad es que cuando leí la noticia, supuse que era una fake news de esas que la derecha, que es muy mala, les monta a los progres y que les faltaría tiempo a los social comunistas para poner las cosas en su sitio. Pero no, la ministra portavoz soltó el disparate y todavía estoy esperando que salga a los medios para rectificar lo que dijo. 

Resulta absolutamente inaceptable que una persona  a la que se le supone una buena formación se equivoque y no sea capaz de rectificar sobre la marcha, o si la empanada mental que la poseía en ese momento, no le permitió darse cuenta de que había metido la pata bastante por encima del corvejón, no rectificara más tarde el disparate. Me dicen, que al pobre Junqueras hubo que hacerle el boca a boca, cuando le explicaron lo de la portavoz socialista, y costó un triunfo, porque para encontrar en la cárcel a un voluntario que se lo hiciera, sudaron tinta china.

Es por todo lo que les he contado, que uno llega a pensar que igual los ministros andan por esos mundos de Dios inconvenientemente “dopados” y de ahí que se produzcan espectáculos como el que dio Duque, enseñando como había que ponerse una mascarilla. Estoy convencido que es así, los ministros andan drogados, no hablo de que consuman substancias estupefacientes, pero lo cierto es que consumen unas drogas mucho más duras. La soberbia, el poder, la avaricia, la opacidad y la mendacidad, son drogas muy peligrosas que como todos podemos ver, impiden actuar a nuestros ministros con la eficacia, la inteligencia, la honestidad, la transparencia y el acierto, que les son exigibles.

Así nos luce el pelo. Son muchos, son muy malos y para más INRI, resultan extraordinariamente caros.

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