El Hereje, la última novela del maestro Miguel Delibes
El pasado jueves hice rabona, falté a la cita que en ese día mantengo con ustedes, conste que me parece un encuentro importante, pero a pesar de ello no pude cumplir con mi compromiso y les ruego que me excusen. Hoy tenía pensado hablar sobre un clásico de la novela, Joseph Conrad, uno de los mejores novelistas en lengua inglesa, pero al final por motivos que no vienen al caso he decidido dejar aparcado el comentario esperando un mejor momento para su publicación.
Me parece que con el cambio no hemos perdido nada, quizás
incluso hemos salido ganando porque hoy quiero escribir sobre un texto de Miguel
Delibes, el que fuera un auténtico maestro de la novela española. Del conjunto de su
espectacular obra he elegido una novela, “El Hereje”, porque tiene una
importancia que a mí me parece muy reseñable en el conjunto de la obra de
Delibes. Fue la última obra publicada por el maestro, no porque la muerte o la
enfermedad le impidiera escribir nada más, por el contrario fue una decisión tomada por el propio autor que decidió que hasta ahí había llegado y no iba a continuar.
Unos días antes de poner la palabra fin a su vigésima novela, “El hereje”, a Delibes se le diagnosticó un cáncer de colon del
que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. A pesar de que salió con bien de
la intervención quirúrgica, con más de ochenta a sus espaldas tomó la decisión de
no publicar más. Una decisión que llevaba tiempo contemplando si nos atenemos a
lo que ya había dicho en el discurso de entrega del Premio Cervantes: “Antes que a
conservar la cabeza muchos años, a lo que debo aspirar ahora es a conservar la
cabeza suficiente para darme cuenta de que estoy perdiendo la cabeza. Y en ese
mismo momento frenar, detenerme al borde del abismo y no escribir una letra
más”.
Argumento que explicitó aún más tras serle diagnosticada su
enfermedad: “Ha sido mi última novela. Para escribir novelas se necesita
estar al cien por ciento y no me encuentro en esa situación. Puse fin a “El
hereje” el mismo día que me diagnosticaron el cáncer. No volveré a escribir,
aunque otros milagros se han dado”. Es por eso, por esa decisión tomada reflexiva y voluntariamente por parte de Miguel Delibes por lo
que he creído que sería importante comentar esta y no cualquier otra de sus novelas.
Don Miguel Delibes nació en Valladolid el 17 de octubre de
1920, fue el tercero de ocho hermanos. Cursó enseñanza media en el colegio de
los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Valladolid y a continuación trabajó como caricaturista y empleado de banca. Más adelante, decide estudiar Derecho y
luego Periodismo y Comercio. Como el
mismo cuenta aprende a utilizar correctamente los adjetivos en un texto de
Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues, el que unos años después le
concedería la cátedra de Historia del Comercio.
Pero vayamos a la novela que hoy quiero comentar; su autor
creo que es suficientemente conocido por mis lectores para seguir escribiendo sobre su biografía.
En “El Hereje”, Delibes nos sitúa en la ciudad de Valladolid durante el reinado
de Carlos V describe a la ciudad y a sus habitantes con una maestría inigualable. El relato no es otra
cosa que un canto a la libertad individual, a la tolerancia y a la libertad de
conciencia y utiliza la vida de un modesto comerciante de la ciudad, Cipriano
Salcedo, huérfano de madre que murió durante el trance del parto y falto del
amor de su padre que lo ve como el responsable de la muerte de su mujer.
A lo largo de la novela Delibes despliega ante nuestro ojos
la vida de Cipriano, asistiremos a su niñez, buscando el amor que le da su
nodriza y lo veremos crecer, nos explicara su acceso al comercio, su boda, la
historia de un matrimonio algo inestable de un hombre que vive aplicándose una
exigencia ética muy estricta. Su preocupación por su relación con Dios lo va a
llevar a tomar contacto con las ideas erasmistas y aún luteranas y viviremos el
mundo secreto de aquellos que disentían de la rigidez de la iglesia católica,
en una búsqueda de una religiosidad basada en la interpretación de la Biblia,
de las ideas erasmistas y de las luteranas.
Delibes cuida muchísimo la descripción de aquella Valladolid
y de su sociedad, pero lo fundamental de esta historia, está en
el relato de la angustia del individuo frente a una sociedad injusta. Una
sociedad que le repele por su manera de actuar, un buen hombre que se encuentra solo y al que
su sentido ético y su acendrado amor por la libertad individual le llevan por
caminos que le van a resultar duros y peligrosos.
Una magnífica novela que cierra la fantástica carrera
profesional de Miguel Delibes como narrador. Hay que subrayar el cuidado puesto
por el autor para describirnos aquella ciudad y su sociedad. Una ciudad que
comienza a crecer gracias al comercio de la lana y al desarrollo de una
incipiente industrialización. A través de sus páginas seremos testigos del
nacimiento de la burguesía ciudadana, con sus problemas con el rey y los nobles,
el poder de la Inquisición, la persecución de aquellos que no se sometían a su
autoridad, la prohibición de importar libros y un largo etcétera de asuntos,
ideas y personajes que nos van a resultar muy aleccionadores, pues nos van a
poner en contacto con la intrahistoria de aquella época, vamos a conocer cómo
vivían los españoles y españolas de aquel tiempo, que comían, leían, que
estudiaban, que pensaban...
Una obra que hay que recomendar, la postrera novela de uno
de los mayores y mejores escritores españoles. En definitiva una novela de las
que hay que leer, por su valía en sí misma, por el ejemplo que supone en la
utilización del lenguaje, por el magnífico tratamiento de los personajes, por
la interesantísima historia que se nos cuenta que nos permite conocer a esos
hombres y mujeres que preocupados por su espiritualidad, intentaron vivir su
relación con Dios en libertad y convencidos de que actuaban bien, lo
que los llevó a sacrificar su propia vida en el ara de sus creencias.
Hasta aquí hemos llegado, espero que si Dios quiere nos
encontremos aquí el próximo martes. Hasta entonces cuídense mucho.
Un abrazo.
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