La importancia de la gastronomía en la novela negra mediterránea.


 

Una de las cuestiones que más pronto me hicieron pensar que existía una novela negra con unas características distintas al resto del género, que sin embargo resultaban comunes en muchos autores de la cuenca mediterránea, fue la importancia que éstos daban en sus novelas a la gastronomía, no es que pensara que era el único que se había percatado de ese fenómeno, pero lo cierto es que hasta bastante tiempo después no me di cuenta de que críticos y estudiosos hablaban de ese asunto. Por poner un ejemplo en el Primer Encuentro Europeo de Novela Negra que se celebró en Barcelona en el año 2005 se afirmó que la novela negra mediterránea construye su identidad en torno a la gastronomía, aunque también destacaran en sus conclusiones la importancia que tenían para el subgénero las grandes ciudades y el peso de la política.

Había pasado mucho tiempo desde el día en el que leí la primera novela de la serie de Pepe Carvalho, si no me equivoco debió ser a finales de los años setenta y creo que fue “Tatuaje”, en ese relato ya comencé a vislumbrar esa característica hoy tan importante, el protagonista de Vázquez Montalbán era un aficionado a la buena mesa y además cocinaba y lo hacía muy bien, una sorpresa para mí y supongo que para todos los lectores de la serie. En aquellos momentos no era consciente de que asistía a una nueva manera de novelar, pero el tiempo y el trabajo literario de algunos autores consiguieron que el papel de la gastronomía en la novela negra, hasta ese momento prácticamente inexistente, adquiriera gran trascendencia hasta el punto que algunos críticos señalan que su existencia ha condicionado el discurso narrativo y sirve además para retratar a los protagonistas, mostrando su forma de enfrentarse a los hábitos culturales y sociales .

El interés por la gastronomía o por lo gastronómico de los autores “mediterráneos” salta a la vista del lector aficionado a la novela negra porque de manera constante se refleja en los relatos de esos maestros que hemos comentado, pero por si fuera poco la importancia que se da a la cocina, ésta brilla ante la comparación con la paupérrima oferta gastronómica que nos “ofrecen” los autores nórdicos que consiguieron crear un subgénero, el de la novela negra nórdica, que tuvo un éxito clamoroso, pero en el que la comida y su importancia brillaban sencillamente por su ausencia.

Decía que la utilización de la gastronomía en las novelas negras ha llegado a condicionar el discurso narrativo de sus autores y así vemos como José F. Colmeiro un excelente estudioso del género, autor de publicaciones en las que lo analiza, decía que “la descripción detallada de la elaboración de un plato o de su consumición rellena un compás de espera, soluciona la situación de impasse en el caso policiaco y ayuda a mantener el suspense”.

Creo que queda claro que la presencia del fenómeno gastronómico dota a las novelas de estos autores de cierto halo costumbrista a la vez que propugnan con el reconocimiento de la cocina una defensa de los elementos culturales populares, de tal manera que con sus escritos reivindicaban la importancia de la cocina tradicional, frente a experimentos culinarios que se pusieron de moda. El ya citado Colmeiro afirma que se utiliza a la cocina tradicional, a la cocina que aprendieron a apreciar en las casas en las que vivieron sus infancias respectivas, como “vía de recuperación de las señas de identidad colectivas”

La existencia y la utilización de la comida en unos textos dedicados a la investigación policiaca fue una idea que puso a la novela negra mediterránea en un lugar preponderante del panorama literario. Decía ya hace unos años Márkaris que la comida, el placer de la buena mesa, es un denominador común en buena parte de la novela europea con denominación de origen mediterráneo. Decía el escritor griego, porque en ese idioma escribe, aunque sea armenio de nacimiento, que “La cultura del comer es el hilo conductor de todas las novelas del área mediterránea. La novela nórdica, en cambio, tiene un vacío gastronómico. ¿Qué comen los personajes de Ian Rankin? ¿Bocadillos y cervezas? Pobrecillos”.

Vázquez Montalbán señalaba el carácter artesano, casi alquimista del hecho de cocinar, afirmando que “un plato guisado es como un plato de cerámica, en el que el resultado siempre es variable”. Los estudiosos del subgénero se alinean sin vacilación con el maestro y sostienen que la gastronomía tiene en las novelas negras mediterráneas un significado que combina “lo lúdico y lo hedonista, con lo totémico y lo identitario”; que no seré yo el que les lleve la contraria aunque si soy sincero debo decir que me parece que utilizan unos términos un tanto grandilocuentes, pero habrá que aceptar lo que afirman porque al fin y al cabo nos lo cuentan aquellos que son los que saben de estas cosas.

Pues hasta aquí llegamos, creo que los lectores habrán podido hacerse una idea sobre esa característica tan notoria que, con otras, conforma el carácter de la novela negra mediterránea. El próximo lunes si Dios quiere cerraremos esta serie con un escrito que hará referencia a la otra orilla del Mare Nostrum, el Magreb, lugar en el que han escrito algunos autores de mérito que también se incluyen en este fenómeno literario. Cuídense mucho.

Un abrazo.

 

 

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