Veit Heinichen, el alemán que escribe novela negra en italiano


Como lo prometido es deuda vuelvo a la agradable tarea de escribir sobre un género que me entusiasma, la novela negra. La verdad es que el otro día aprovechando el puente me di unas pequeñas vacaciones, el lunes puse un mensaje en una página que tengo dedicada a mi novela "Al madero no le gusta la ropa vieja" explicando cual era el motivo por el que no publicaba ese día a la vez que anunciaba que volvería el viernes, cuando en realidad  lo que pretendía era publicar el miércoles, pero supongo que el subconsciente me traicionó, bueno el subconsciente y las pocas ganas de trabajar. Decidí que si había escrito el viernes, descansaría hasta ese día y así de paso descansaban también los amigos que me hacen el favor de su lectura.

Hoy quiero hablar de un autor, Veit Heinichen, en el que concurren una serie de circunstancias, diría yo, que peculiares. Heinichen es alemán, creo que nació en algún lugar de la Selva Negra, pero escribe en italiano y vive en la ciudad de Trieste, la capital de un territorio que tiene una historia muy interesante y como el autor sitúa sus narraciones en esa ciudad, la lectura de sus obras nos permiten conocer las características de ese territorio.

Comencemos por el principio, en la actualidad Trieste forma parte de la República Italiana, está situada al norte de Italia a orillas del mar Adriático, administrativamente es la capital de la provincia italiana de Trieste. A lo largo de su historia, esta ciudad mantuvo unos vínculos muy importantes con Austria, de tal manera que se convirtió en posesión austriaca bajo el reinado de los Habsburgo entre 1202 y 1382, posteriormente tras la desaparición del imperio napoleónico, la ciudad pasó otra vez a manos austriacas. Se convirtió en una ciudad importante por ser la única ciudad del imperio austrohúngaro que era puerto de mar, lo que le dotaba de un interés estratégico muy importante.

Naturalmente a través de ese puerto Trieste mantuvo importantes relaciones con Venecia y otras regiones vecinas, las relaciones comerciales crearon una suerte de unión cultural con las regiones italianas y de ahí nació entre su población el deseo de pertenecer al país vecino lo que no sucedería hasta el año 1921. Tras la I Guerra Mundial, Trieste quedó nuevamente anexionada a Italia. Durante la II Guerra Mundial, fue ocupada por los alemanes, finalizada la contienda el territorio de Trieste fue dividido en dos partes, la zona A que fue administrada por las fuerzas angloamericanas y la zona B que se entregó al Ejercito Nacional Yugoslavo. En 1954, Italia se hace cargo del gobierno provisional de la zona A, pero no será hasta 1975 cuando se resuelva esta situación con la firma del Tratado de Osimo, que dividía definitivamente el llamado Territorio Libre de Trieste entre Italia y Yugoslavia que entró en vigor en 1977.

En esa ciudad, muy al norte de Italia, que como ya he dicho es la capital de la provincia del mismo nombre, fijó su residencia nuestro autor que demuestra en sus novelas que es un buen aficionado a la gastronomía y lo hace a través del protagonista de sus narraciones, el comisario Proteo Laurenti, que como buen italiano le da mucha importancia a la buena mesa. De hecho Heinichen nos lleva de la mano de Laurenti a una serie de restaurantes de la ciudad para mostrarnos, lo mejor de la oferta gastronómica local, sin olvidarse de las bodegas de la zona del Carso que en temporada sirven comida además de vender vino.

Heinichen hace una labor didáctica muy importante sobre la realidad de Trieste, en sus relatos nos introduce en la gastronomía local, pero no se conforma con ello, sus monumentos, los cafés, la idiosincrasia de sus habitantes, la descripción del territorio, la visión de una Europa en formación, todo eso y mucho más nos ofrece Heinichen a través de  Proteo Laurenti, un comisario que en teoría debía encontrarse muy incómodo en la ciudad ,ya que nació en Palermo, pero el policía se rindió en su momento al encanto de la ciudad tal y como le ocurrió a su padre literario.

Debo confesar que cuando leí “Los muertos del Carso” desconocía de manera total la existencia del autor y su obra. Me gustó muchísimo el ambiente triestino que Heinichen nos describe minuciosamente, la bora ese viento helado que dicen marca el carácter de sus habitantes, la descripción de la ciudad y las relaciones que mantienen con los croatas y eslovenos, la comida, los cafés, las relaciones entre los ciudadanos, la delincuencia local y la internacional, todo eso estaba en esa novela, además de la trama puramente policiaca.

De hecho no hay aspecto de la ciudad que no aparezca en alguna de sus seis novelas. Desde el cementerio de Sant'Anna al Parque Engelmann, a los diferentes muelles y puertos, pasando por sus barrios más humildes, no hay rincón que se le escape. Añadan  a eso una cuidada trama policiaca, protagonizada por el comisario Laurenti, su secretaria y su ayudante y tendrán una obra muy interesante.

Es por eso por lo que aconsejo su lectura a aquellos que, como me paso a mí, no conocen ni al autor ni a su obra, Siruela ha editado en su serie policiaca, creo que trece obras del autor, que tiene la costumbre de publicar cada dos años una nueva novela con la misma precisión que un metrónomo. Como siempre recomiendo su lectura en el mismo orden en el que han sido publicadas, cierto es que son relatos independientes pero seguir el tempo del autor ayuda a ver crecer a su protagonista y disfrutar de la creciente madurez del autor.

Resumiendo, creo que es una lectura recomendable y que les va a entretener. Aquí nos despedimos. Cuídense mucho y si Dios quiere nos volveremos a encontrar en estas páginas el próximo lunes.

Un abrazo.

 

 

 

 

 

 

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