La Armija toma el cuartel Tihomir Misic (Primera entrega)

En la curva de la esquina superior izquierda estaba el check point de entrada a Mostar
Era el día de San Pedro, 29 de junio de 1993 y ya hacía calor a las 06,00 horas de la mañana, momento en el que tras comprobar las transmisiones, que funcionaban perfectamente en todos los blindados, salvo en la ambulancia en la que como de costumbre tuvo que hacer el cabo Metralla unos apaños - que Asclepio y Mercurio debían llevarse a matar desde los viejos tiempos del Olimpo griego -  ya con todo el mundo listo, daba la orden de ponernos en marcha en columna de a uno y salíamos de Dracevo.

Ese día mandaba una columna compuesta por dos BMR de línea de mi sección, dos porta morteros de la Cía. Austria, el Mercurio de transmisiones y la ambulancia que ya era capaz de enlazar por radio con todo el mundo. Nos dirigíamos a Mostar, con parada intermedia en Medjugorje dónde recogeríamos al intérprete que nos hubieran asignado en su infinita sabiduría los responsables de la PLMM.

La situación en Mostar continuaba tensándose, aunque los informes de la inteligencia del Estado Mayor de Kiseljac daban para ese día, tiempo soleado, sin nubes, ni tormentas; para entendernos no se esperaba demasiada actividad en la ciudad del puente, así que el informe me producía un ánimo, no diré que jocundo, pero por ahí le iba. No tenía ni idea de cómo iba a terminar el día, pero las adivinaciones de los arúspices de Kiseljac parecían moderadamente optimistas y eso  no me lo iba a quitar nadie.

Me extrañó que me mandaran a Mostar porque últimamente “subían” de misión los capitanes. Cuando nos estrenamos en abril, las misiones eran de compañía y lógicamente las mandaban sus capitanes, pero como al poco tiempo el mando se dio cuenta que las compañías de infantería no nacen en los árboles y sólo podían contar con las que tenían, que no daban más de sí, tomaron la decisión, por aquello de la economía de medios que enseña la Doctrina que las misiones fueran de sección y las mandaran como era natural los tenientes.

A mí me venía fenomenal, porque aun teniendo un capitán que era muy buena gente y mejor jefe, que quieren que les diga, el que inventó aquello de que "buey solo, bien se lame", acertó a definir una situación indiscutible y la verdad es que mandando a mi aire la sección se soportaban mejor los tiroteos, los morterazos, los check points y lo que quiera que la fortuna deparara.

Pero tener en el barracón de mando a cinco capitanes en edad de merecer,  frustrados y sin nada que hacer, tiene que ser una prueba de las de no te menees. Me contó alguien que de estas cosas sabía un  rato, que en situación parecida en el ejército japonés se inventó lo del hara kiri, para resolver el problema al mando superior que tuviera que sufrir tal situación.

Como en la AGT Canarias teníamos de todo y eso incluía a los diplomados de Estado Mayor, seguro que a alguno de ellos, con lo de querer sobresalir entre sus compañeros, se le ocurrió la brillante idea que iba a solucionar el problema a todo el mundo. Bueno lo que se dice a todo el mundo, todo el mundo pues no, para que nos vamos a engañar, la ingeniosa solución les hacía un pie agua a los tenientes, pero para eso están los tenientes, que tampoco se puede esperar que los de EM hagan milagros, seamos justos y reconozcamos que lo de satisfacer a todo el mundo entra claramente en el terreno de lo taumatúrgico.


El CL  Morales, mi conductor
Así que a la sección que subía diariamente a Mostar, le añadieron otra y a la unidad resultante la consideraron compañía reducida y por tanto iba al mando de  un capitán y así podrían los pobres salir de las cuatro paredes del barracón de mando, que era una situación que los tenía al borde de un ataque de nervios y si hablamos del teniente coronel y el comandante que eran los que los soportaban con paciencia franciscana, ya para qué les cuento.

Aunque la brillantísima solución debía tener un fallo, pero como lo de pensar quedaba para los que tenían tiempo para ello, tampoco es que les preocupara demasiado a los de EM que nosotros nos diéramos cuenta, porque los de “alambrada” íbamos por nuestro reducido mundo echando el bofe, así que no íbamos tener demasiado tiempo para filosofías. Tal y como me lo dijo mi capitán se lo cuento y lo cierto es que no debía ser sencillo encontrarle explicación al asunto.

Me decía Romero, entre serio y compungido  ― No lo entiendo Miguel, somos cinco los capitanes que tenemos que subir a Mostar y no sé cómo me las apaño que  subo cada tercer día.
Lo miré y mientras buscaba, lenta pero decididamente, la puerta del contenedor en el que teníamos instalada la oficina de la compañía, mascullé ― Ya sabe mi capitán que yo en eso de las  matemáticas me pierdo, que como bien sabe usted soy de letras, así que si no ordena usted ninguna cosa.

Romero me hizo un gesto con la cabeza que no aclaraba nada,  pero que  yo decidí significaba ― Claro, Rives puedes irte con mis bendiciones. Y allí lo dejé dándole vueltas al problema. Estoy convencido que si bastante tiempo después, Romero decidió hacer el curso de Estado Mayor fue precisamente para aprender las técnicas que le permitieran conseguir hallar la solución al problema que nació en Bosnia. En fin que la vida es así de complicada, como bien saben ustedes.

Pero vayamos a lo nuestro, aquella mañana iba encantado para Mostar. Ni el hecho de que me hubieran quitado tres blindados - para que lo yo mandaba fuera claramente una sección reforzada, que ni el más empecinado de los ignorantes pudiera confundir con una compañía disminuida - me nublaba el ánimo. Ya me apañaría yo, que lo de patrullar con un BMR ambulancia tiene su aquel, aunque no sabía si lo permitía la Convención de Ginebra, pero desde luego iba a dejar a los jáveos y armijas boquiabiertos, que al fin y a la postre se suponía que estábamos en  misión de ayuda humanitaria y a mí una ambulancia me parecía en aquel ambiente el epítome de lo humanitario.

Y mientras iba reflexionando sobre la mutante realidad de la composición de la unidad que mis superiores decidían mandar a Mostar, sin darme apenas cuenta me encontré de golpe en el cruce de la carretera que me llevaría al destartalado puente que me iba permitir cruzar el Neretva y dirigirme, atravesando el casco urbano de  Capljina, a Medjugorje, lugar en el que estaba instalado el puesto de mando de la AGT Canarias y  en el que debía recoger al intérprete que me iba a acompañar a Mostar.

Siempre he oído decir “que no estaban puestas ni las calles” para significar que era una hora muy temprana, bueno eso es una hipérbole, pero en el caso del check point del puente de Capljina era una realidad, supongo que las 06,12 horas de la mañana no era hora como para organizar el control, pasé el puente y me pareció ver a un centinela que no nos hizo el menor caso, supongo que pensaría que ya tenía bastante, con estar de puesto a esas horas. Ordené al resto de mi heterogénea columna que pasaran el puente con las precauciones que exigía su estado, pero avivando el paso en lo posible.

Y de allí, si no topábamos con algún grupo de exaltados croatas, que abundaban como las moscas en Capljina, ya directos a la villa mariana de Medjugorje a recoger al intérprete. No quería pensar en quién nos tocaría por no gafar la posibilidad, pero tenía claro que si me dejaban escoger, elegiría a la que conocíamos por “Carmen” aunque su nombre real era otro, pero los legías le habían puesto “Carmen Sevilla” por el aspecto desolador que ofrecía la pobre intérprete en uniforme y  sobre todo por  su especial manera de vestirlo, pero dejando de lado su incompatibilidad manifiesta con la uniformidad, había que reconocer que era una intérprete maravillosa, que además si pasaba miedo, hacía lo que hacíamos todos, disimular y tragárnoslo, que no hay cosa más contagiosa que el miedo, como probablemente sepan ustedes.

Llegamos hasta Cuartel general de la AGT. Canarias, hice que los blindados aparcaran en el exterior, entraría  a pie y recogería a mi intérprete a la mayor brevedad posible, nada se me había perdido por allí y sabía que era mejor acortar la estancia  en lo posible, que de alargarse seguro que me iba a proporcionar la oportunidad de tropezar con gente que prefería no ver. Ahora comenzaba una suerte de jueguecito que conocerán todos aquellos que hayan tenido la fortuna de tener que ir a buscar a un Cuartel General a alguien, sea técnico, guía, intérprete o lo que fuera, que te han dicho que te estará esperando y cuando llegas, desde luego no está en el cuerpo de guardia y además nadie sabe dónde se puede encontrar.

Pregunté en el cuerpo de guardia por el intérprete y me miraron como si preguntara por un marciano, lo máximo que conseguí es que se pusieran en pie cuando los miré fijamente.Me aseguraron no saber nada sobre el intérprete y, como no podía ser de otra manera, me dijeron que nadie de los presentes tenía la más remota idea de dónde se encontraba su alojamiento, que lo sentían muchísimo pero no me podían ayudar y lamentaban no prestarme una mayor atención porque estaban muy ocupados, preparando el relevo.

Salí de allí maldiciendo en arameo antiguo y me dirigí al área de las oficinas de la PLMM de la AGT, allí tendría que encontrar a alguien que me pudiera ayudar. Claro que teniendo presente que no eran todavía las 06,30 horas de la mañana las oficinas parecían desiertas y en los pasillos de la plana, no había nadie. Fui abriendo las puertas  y en una sala pillé por sorpresa a un legionario que para su desgracia no pudo escapar. Le pregunté por la intérprete y antes que me dijera lo que todos, le ordené que fuera a buscarla a su alojamiento. Intentó resistirse, pero no le dejé espacio para ello, le solté un par de bufidos y salió como las balas en demanda del maldito intérprete de las narices.

Salí hasta la entrada de las dependencias de la PLMM, la atmósfera dentro olía a cerrado y a tabaco frío, un aroma nada agradable,  por el contrario en la entrada se podía respirar un aire bastante fresco todavía y se percibía el olor de la vegetación de los jardines. Por mi izquierda vi venir a alguien, era un comandante de mi tercio, a decir verdad de mi bandera, que en pantalón de deporte debía prepararse para hacer ejercicio antes de desayunar.

Me saludó y me preguntó qué diablos hacía a esas horas por allí, le expliqué que estaba buscando al intérprete que debía acompañarme a Mostar y que, como de costumbre, no aparecía, procuró tranquilizarme. ― Tranquilo Rives, eso es que no le han dicho bien la hora en que debía estar preparada.
― ¿Preparada?  ― le pregunté.
― Pues sí preparada  porque  hoy va a Mostar, “Carmen” y esa chica es muy cumplidora.
― Lo sé, mi comandante, de hecho me ha dado una alegría, es la mejor intérprete que he tenido y además no se echa para atrás como otros.
El comandante sonrió ― Mira por ahí viene.

Y en efecto a unos cincuenta metros  a trancas y barrancas, venía corriendo “Carmen”, con un aspecto más desastroso que de costumbre, a la que el legionario que la había ido a buscar le traía la mochila de combate.
― ¡Me habían dicho que me recogerían a las 08,30 horas! Lo siento mucho― dijo la intérprete entre jadeos, mientras se agachaba para atarse los cordones de las botas y mascullaba algo sobre pelotudos, boludos, atorrantes y la concha de alguien, cuyo contenido les juro no llegué a desentrañar.

La tranquilicé, era lo de siempre, el berzas que le había dado mal la hora estaría durmiendo tranquilamente, en su cama con sábanas, con  la conciencia bien tranquila y para cuando se levantara, se podría duchar en el cuarto de baño de su bungalow y cuando acabara con su aseo personal, iría al comedor a desayunar como lo hacen las personas. Así es la vida y poco remedio tiene.

Le cogí la mochila al legionario, el casco azul a “Carmen” y le pedí que se sentara y se atara de una vez las botas, que las llevaba simplemente calzadas. No nos venía de cinco minutos, la intérprete se arregló el uniforme y ya más tranquila me pidió el casco, se lo di y tras despedirme del comandante que sonreía con cierto sarcasmo, nos dirigimos a los blindados.

Cuando estábamos llegando a mi BMR pude ver como se abría el portón trasero. A la tropa “Carmen” le caía muy bien y procuraban ayudarla en todo lo que podían, por eso se había abierto el portón, para que ella subiera al BMR cómodamente. Oí una carrera a mi espalda y vi llegar al Metralla y a Ascanio, que debían haber dado un golpe de mano monumental a la cocina o al comedor del puesto de mando y venían cargados con desayuno para todos nosotros y algunos más.

Subí por la proa y ni siquiera los miré, quien me observaba era el 1º Guerra que se encogió de hombros, en el interior del BMR se oía el rumor excitado del reparto de los bocadillos, zumos y pasteles que habían requisado mis legionarios, pero mientras miraba a mi columna, vi con horror, como salían tres o cuatro legionarios más por la puerta del Cuartel General cargados de comida, por lo visto cada blindado había mandado un representante a la requisa del desayuno. Lo mejor era salir de allí lo más rápidamente posible.

Pregunté por radio si estábamos listos para salir, no fuera a ser que me dejara a algún legionario atrás y tras recibir las novedades correspondientes, iba a mandar de frente cuando se me ocurrió algo. Los del Mercurio eran paracaidistas, así que se habrían buscado la vida como mis legionarios, pero estaba seguro que los intensivistas  que nos acompañaban en la ambulancia, se habían quedado sin desayunar como yo me quedé sin abuela. Me agaché y le dije a Ascanio que les llevara algo a los de la ambulancia y me contestó ― Tranquilo mi teniente, los brillantinas del Mercurio les han llevado de comer.

Mandé de frente con la conciencia muy tranquila, ahora solo esperaba que en el check point de entrada a Mostar, donde en ocasiones nos las habían hecho pasar de todos los colores, tuviéramos suerte y se comportaran como anunciaba el informe de inteligencia. Actividad baja, que traducido al lenguaje check point, significaba, nema problema.

Pero eso toca mañana, que esto se está alargando una barbaridad.


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