Los treinta del Hotel de Brístol (Final)


Estábamos muy cerca de nuestro destino, advertí a Morales que fuera disminuyendo la velocidad y por radio indiqué al resto de la columna que estábamos a dos minutos de llegar al edificio en el que se refugiaban los treinta civiles que debíamos evacuar en los blindados a la zona croata. Sonaban disparos aislados, aunque por el momento no parecía que tuvieran que ver con nosotros. Poco a poco fui llevando a Morales hasta el lugar que me pareció apropiado, me volví y puede observar cómo los otros dos blindados se detenían en su lugar, el de Arienza que cerraba la marcha estaba prácticamente a la altura de la puerta que daba acceso al edificio. El único problema era que estábamos perfectamente recortados para cualquiera que nos observara desde la zona musulmana, porque los jeeps que nos habían acompañado, habían aparcado detrás de los BMR y permanecían con las luces encendidas.

Ordené a Morales que abriera el portón trasero, para que saliéramos Carmen y yo protegidos por el blindado. ― Cuando salgamos ― le dije al 1º Guerra ― mandas cerrar el portón hasta que te avise.  Salimos y llevé a “Carmen” hasta la entrada del edificio. Pude ver en la calzada las chispas de los impactos de los proyectiles de fusilería, no es que granizara, pero se oían demasiados disparos para mi gusto. Le pedí a “Carmen que me esperara a cubierto, dentro del edificio y me crucé con nuestros "invitados" que a la carrera se dirigían a la entrada del edificio.

Me acerqué a los coches, había dos o tres Nissan y un Mercedes, todos ellos pintados de blanco, estudié su posición y me pareció que estaban en desenfilada con respecto a los tiradores del lado musulmán. Me acerqué hasta la portezuela del primero de ellos y le dije al conductor que apagara las luces, el chaval se resistía a hacerlo, le habían ordenado mantenerlas encendidas.
― Mira chaval, ahora mismo el que más mea aquí soy yo o apagas las luces o te reviento los faros, así que tú verás. Si alguien protesta le dices que te lo ha ordenado el Teniente Rives y no te preocupes que nadie te va a decir nada.

Me miró horrorizado, supongo que escuchar hablar a un oficial igual que lo haría un matoncillo de su barrio le sorprendió. Apagó los faros,  a los demás les hice señas e inmediatamente se hizo la oscuridad, así ya se podía trabajar más tranquilo. Volví a la entrada donde me esperaba “Carmen”, estaba sola, pregunté donde se había metido la gente que vino con nosotros y me señaló hacia el fondo. El arco se abría a un patio interior ajardinado y en la esquina izquierda de éste una escalera descendía al sótano en el que debían encontrarse lo refugiados.

Bajé y efectivamente, en un sótano vacío y polvoriento un montón de gente se amontonaba en la esquina más alejada de la escalera. Entre ésta y los refugiados se encontraban los invitados a la romería que tenían montado un jaleo de mil pares de narices. Todos preguntaban, todos opinaban, todos querían que sus intérpretes les explicaran cosas sobre los refugiados.

Me abrí trabajosamente paso  y me coloqué de espaldas a los civiles que tenía que evacuar, enfoqué a los “nuestros” con mi linterna y efectivamente había gente de UNPROFOR y otros que no podía saber que pintaban por allí. Les pedí que subieran por las escaleras y nos esperaran en el patio interior, me identifiqué como el responsable de la evacuación e incluso empujé ligeramente a uno, que con las melenas que llevaba no podía ser militar y así me ahorraba darle un  empujón a un jefazo, que es cosa poco deseable aunque se haga prácticamente a oscuras.

Me volví, a mi espalda escuché cómo rezongaban los componentes del grupo y alguno de los intérpretes que intentaba en croata pegar la hebra con “Carmen”, los miré, no parecían muy dispuestos a abandonar el sótano, lo único que había conseguido es que se amontonaran en la escalera, supongo que pensarían que técnicamente no estaban en la habitación y desde allí me observaban con expresión muy poco amable. Desde luego no iba a ser el más popular de la evacuación, pero me daba lo mismo, quería terminar con aquello y la gente que en lugar de ayudar estaba allí mirando cómo quien asiste a un espectáculo circense me cabreaba profundamente.

Cuando en la Comisión Mixta pensé cómo íbamos a evacuar a los treinta civiles, decidí que lo suyo sería organizar tres grupos de manera que se distribuyeran de manera equilibrada los que tuvieran más dificultades de movilidad, los más ágiles y también consideré la posibilidad que hubiera gente que llevara un equipaje más voluminoso que otros y a esos también habría que distribuirlos entre los grupos, para que el “volumen” de lo embarcado fuera similar en los tres BMR.

Llamé a “Carmen” que seguía discutiendo con sus colegas. Le pedí que saludara a los civiles, que les dijera que estuvieran tranquilos que éramos soldados españoles de UNPROFOR y que los íbamos a sacar de allí en un medio seguro y los llevaríamos a la zona croata sin ningún problema, pero que les rogaba que estuvieran atentos y obedecieran puntualmente a todo lo que les dijéramos que hicieran.

Miré a mis “clientes” y la verdad que el grupo resultaba penoso. Esa gente tenía el aspecto de haberlo pasado muy mal, ser un ciudadano croata en la zona musulmana de Mostar no podía ser plato de gusto para nadie. Había de todo, jóvenes, viejos, mujeres, niños, grupos familiares, unos con mucho equipaje, otros sin ninguno. Entre los que llevaban equipaje sobresalía un tipo en la cincuentena que cargaba una bombona de butano, otro llevaba un acordeón lo que en principio me pareció más normal y cerraba la lista de originales una señora que llevaba una jaula como de 1,10 de altura, tapada con su funda en la que supuse descansaría un ave.

Le dije a “Carmen” que les explicara que los íbamos a separar siguiendo mi criterio para poder repartir la carga por igual en los tres blindados. En cuanto se puso a largar, el grupo de civiles que no habían abierto la boca todavía, montó un guirigay de mil pares de narices
― ¿Qué les pasa “Carmen”?
― Que no quieren que los separen, hay grupos familiares y amigos que quieren  ir juntos.

Maldije mi suerte, mi plan tan bonito y sobre todo tan práctico se había ido al carajo en menos de cinco segundos. Iba a tragar con lo que pedían, porque entendía perfectamente su deseo de no separarse bajo ningún concepto por mucho que un soldadito de UNPROFOR les jurara por lo más sagrado que la separación iba a durar solamente unos minutos. Si me ponía en su lugar yo hubiera hecho lo mismo.

Adapté mi plan a la “imprevista mutación de la situación”, como decía el manual de Doctrina y le pedí a “Carmen” que apartara aquellos que no les importara ir en uno u otro vehículo y después que me identificara los grupos que se negaban a separarse y los agrupara de manera que pudiera saber quiénes eran. Tenía una solución, que se parecía a lo que había planeado y estaba medianamente satisfecho, cuando a mi espalda, sonó una voz que aseguró que era una imprudencia permitir que alguien subiera al blindado con una bombona de butano.

Como a todo el mundo, me molesta que me lleven la contraria, que yo sepa no existe en este mundo nadie a quien le haga gracia esa situación. Pero si me discuten una decisión, me cabrea infinito que el que me lleva la contraria, sea almirante, pachá, visir de Córdoba, linier, director de orquesta o de EM, esté metiendo la cuchara en plato que no le corresponde y enredando allí donde nadie le ha llamado.

Me volví y mirando al tendido del 7 de las Ventas en el que se había convertido la escalera y desde el que  me observaba la crítica, les expliqué que un servidor estaba a cargo de la evacuación y por lo tanto el que decidía lo que era prudente y lo que no, era yo, sobre todo porque así lo marcaba la ordenanza y que por otra parte si el tipo que cargaba con la bombona, consideraba que ésta era tan importante como para huir con ella a la espalda, no iba a ser yo quién le obligara a dejarla atrás. Esa era mi responsabilidad y esa era mi decisión.

Y habiendo aclarado la situación les rogaba encarecidamente que dejaran la escalera libre y guardaran silencio. Lo del encarecidamente le sentó a alguno de mis espectadores como si le hubiera mentado la madre, la vida es así de rara. “Carmen” se me llevó aparte ― Has estado muy bien ― me dijo en un susurro, lo que me hizo pensar que seguramente me habría pasado treinta pueblos ― pero tenemos un problema.
Ya me estaba dando igual casi todo ― Si sólo es uno.
― Tenemos a tres personas que son serbios y no quieren que los entreguemos en la Comisión Mixta, dicen que sería como pasar de la sartén a las brasas.

Fue una noticia que paradójicamente me animó, después de esto pensé yo, ¿qué más podía pasarme? Así que me puse en marcha. Le expliqué a “Carmen”  ― Vamos a formar el primer grupo, cuando los tengamos, los subimos al patio y cuando el BMR esté abierto los embarcamos, no quiero que salgas a la calle, los acompañas hasta el arco de entrada y allí ya me ocupo yo de llevarlos al BMR. Por cierto tus amigos los serbios, en el tercer grupo y que no se preocupen.

Así lo hicimos, en el primer grupo formó mi amigo el “butanero”, no por nada, pero pensé que era mejor que desapareciera lo más pronto posible de la vista de los “responsables” que observaban la evacuación. Los subimos al patio, le indiqué a “Carmen” que los colocara en el arco y salí hasta el BMR de Arienza. Para hacerlo tuve que apartar literalmente a uno que llevaba casco azul y que se encontraba en mitad de la salida,  hice señales y abrieron el portón, cuando estuvo abierto le dije ― Arienza ahora te los mando, cuando lleguemos a la Comisión Mixta quiero que pares el BMR de manera que cuando abras el portón la gente que baje quede justo frente a la puerta.

― A la orden― me dijo Arienza y no añadió nada más, porque Arienza era un tipo fantástico pero había que sacarle las palabras con sacacorchos.
Volví a la puerta del edifico, seguían tiroteándonos, con poca intensidad pero con ganas de importunar. Volví a apartar al tipo del casco azul, que no parecía darse cuenta que volvía con prisa, que por poca intensidad con la que te disparen lo de estar al descubierto no resulta nada agradable. 

Le hice una señal a “Carmén” que puso a los civiles en marcha, cuando el primero, una señora bastante mayor, llegó a mi altura me volví para salir y allí estaba “el centinela de los Balcanes” en mitad de la salida. Masculle un “con permiso”  le empujé con mi hombro y salí llevando de la mano a la anciana que se movía con una agilidad envidiable.
Llegué al portón y allí estaba Dobao esperando, fueron entrando y los conté, diez. Le di una palmada al cabo para que entrara y le indiqué a Arienza que ya podía cerrar.

Volví a por el segundo grupo y cuando intentaba ponerme a cubierto lo más rápidamente posible volví a topar con mi amigo, al que por lo visto le había gustado el sitio. Lo cogí por las sisas del chaleco antifragmentos y le pregunté ― ¿Oye tú quién coño eres?
El tipo me apartó las manos y contestó sereno ― Soy el teniente coronel (no me enteré del nombre) de Kiseljac
― Pues yo soy el teniente Rives de la compañía Austria mi teniente coronel y le voy a decir una cosa,  por favor no quiero tropezarme más con usted.

Me miró y se hizo a un lado, llegaba “Carmen” con el segundo grupo, me iba a acercar hasta el porta morteros, pero desde él me dieron una voz y vi que estaban abriendo el portón, hice una señal al grupo que salieron a buen paso en dirección al BMR, entraron con una rapidez envidiable, le pregunté al legía si los había podido contar y me dijo el chaval ― He contado diez mi teniente ― le dije que subiera al blindado. Al jefe de vehículo le dije que cuando llegáramos a la Comisión Mixta que me siguiera y se detuviera tres metros detrás de mí, aunque le dijeran que parara  no debía hacerlo, me dijo que había entendido la orden.

Me acerqué hasta mi BMR, Guerra se asomó por la escotilla, le advertí que íbamos a estar en un minuto y fui hasta donde me esperaba “Carmen” con la señora de la jaula y sus “amigos”, les hice una señal y salieron detrás de mí, la señora de la jaula no iba demasiado rápida pero no dejaba que le ayudáramos, Mandé subir a “Carmen” y detrás de ella a los refugiados, como ya no tenía que volver,  pude ver el follón que se montaba para acomodar a aquella pobre gente en el interior del blindado. Llamé a “Carmen” que como pudo se acercó hasta la puerta. ― Se me olvidó decirte una cosa, los tres serbios que se sienten aquí junto al portón y les dices que en cuanto lo abran que se den el piro y que tengan presente que la Comisión Mixta estará a espaldas del BMR.
Monté en el blindado y le dije a Morales que diera media vuelta y se dirigiera a la Comisión Mixta, los “invitados “ y sus coches ya debían estar allí porque habían salido a toda pastilla cuando embarcábamos al último grupo, nos pusimos en marcha y desde la zona musulmana nos obsequiaron con unas cuantas ráfagas, para que nos fuéramos calentitos. Llegamos muy rápidos a la calle de la Comisión Mixta, le dije a Morales que siguiera lentamente hasta que le ordenara alto, me volví y pude ver como Arienza detenía su BMR justo en el lugar que le había ordenado, esa era la gran valía del cabo 1º Arienza Santos, cumplía al milímetro lo que se le ordenaba.

Ordené hacer alto y abrir el portón, habíamos quedado a unos sesenta metros de la puerta de la Comisión, donde pude ver el follón que se montaba entre los croatas, los evacuados y mis “amigos” de Kiselsac y Cruz Roja, me bajé del vehículo y casi me tiran al suelo los civiles que habíamos transportado, me estrecharon la mano, me la besaron, me abrazaron, me besaron. Mientras gozaba de su agradecimiento puede ver tres sombras que se perdían calle adelante.

Miré a “Carmen” que sonreía satisfecha, me acerqué a ella y le dije parafraseando a un personaje de la tele ― Me encanta cuando las cosas salen bien.


Di media vuelta y lentamente me acerqué hasta donde estaba mi capitán para darle la novedad. Al final, gracias a Dios parecía que el día iba a terminar bien.

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