El virus ideológico mata la humanidad de la izquierda

Las lagrimas son el lenguaje mudo del dolor



No hay otra explicación, además del coronavirus que nos ha matado a bastantes más de los 23.000 muertos oficiales, otro virus infecta las mentes de muchos de los componentes de la izquierda española, que se muestra incapaz de reconocer la tragedia humana que supone el pavoroso número de muertos y enfermos que estamos sufriendo los españoles.

Han decidido cerrar sus almas a la compasión, no sienten el menor dolor porque para ellos, por encima de la humanidad, de la sensibilidad, está la defensa partidista de este gobierno que incapaz de combatir con eficacia a la epidemia, ha decidido ponerse a la defensiva, ocultar el número de fallecimientos desde hace tiempo y ahora embarrar las cifras de contagiados, porque las estadísticas les perjudican y por eso ellos y sus partidarios tratan a los muertos y a los enfermos como unas cifras molestas que hay que procurar ocultar tras las cortinas de humo que lanza la agitación y propaganda social comunista.

Resulta obsceno presenciar que los mismos que lloraron por el sacrificio de un perro cuando el asunto del Ébola, ahora se escandalicen, descalifiquen o, lo que es aún peor, se burlen de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, que en una misa por los fallecidos por el coronavirus, no pudo contener su emoción y se echó a llorar. Nadie puede escandalizarse si en un funeral, alguno de los allegados del difunto no puede contener las lágrimas y eso fue lo que sucedió con Díaz Ayuso. Si esta colección de desalmados se ha lanzado a las redes sociales como fieras es porque no entienden que la presidenta sienta como suyos los fallecidos y no lo entienden porque para el Gobierno y sus seguidores los fallecidos no son otra cosa que un cómputo que hay que procurar que pase lo más inadvertido posible.

En España cada vez que se comete un crimen con resultado de muerte para una mujer, los ayuntamientos españoles se apresuran a declarar días de luto oficial, colocan la bandera a media asta y se guarda un respetuoso minuto de silencio a las puertas de la institución. Me parece bien, me parecería mejor si esas ceremonias se llevaran a cabo por todas las víctimas de la violencia doméstica, pero dejando de lado ese reparo, asquea saber que muchísimas autoridades municipales se han negado a expresar públicamente el dolor del consistorio por las muertes ocasionadas por la epidemia.

Llevamos más de 23.000 fallecidos y la orden del gobierno es que no se haga ninguna ceremonia que tenga que ver con el luto;  el presidente, responsable último de la salud de los españoles no se ha puesto una corbata negra, ni se la pondrá, porque su asesor áulico le ha aconsejado dar una imagen positiva y por el mismo motivo las televisiones -poderoso caballero es Don Dinero- no lucen en su pantalla el lazo negro que en otras ocasiones y por motivos más nimios se apresuraron a colocar.

La muerte de un ser humano no es un asunto de imagen y mucho menos un asunto ideológico; resultan absolutamente repugnantes los ataques dirigidos a los que presentan sus respetos a los fallecidos acusándoles de hacer política con los muertos, cuando en realidad los que hacen política con los fallecidos son ellos procurando ocultarlos. No están dispuestos a aceptar que lo de la epidemia se les fue de las manos hace tiempo y por lo tanto son responsables de muchos contagios tal y como se recoge en las numerosas querellas que se están interponiendo contra el gobierno social comunista.

¿Realmente España no está de luto? ¿Es posible que desde el gobierno piensen que los ciudadanos españoles están dispuestos a ignorar el duelo y el consiguiente luto por las muertes ocasionadas por la pandemia? ¿Acaso desde la izquierda se piensa que todo ese dolor, la angustia, la enfermedad y la muerte de tantos compatriotas caben en una hoja de cálculo? Tantos ciudadanos muertos y enterrados en soledad, tantas familias que no han podido despedirse de sus padres, abuelos, hijos y nietos, tanto desconsuelo, tanta aflicción ¿no mueve a compasión? Hay que ser muy mal nacido para no estar de luto en estos momentos, porque insisto esos muertos son nuestros muertos y consecuentemente España debe estar de luto, del que te duele en el corazón y también de luto oficial como muestra de respeto de la Nación a sus muertos.

Cuando 23.000 muertos por una epidemia se convierten en un problema de imagen para el gobierno del país, cuando muchos ciudadanos defienden la nefasta gestión del ejecutivo que nos ha llevado a esas monstruosas cifras y lo hacen desde una posición ideológica perfectamente definida, amigos míos deberíamos preocuparnos porque nos está infectando otro virus muy peligroso que acaba con la humanidad de unas personas que sorprendentemente presumen de practicar la solidaridad como elemento fundamental de su ideología. 

Dijo Voltaire hace mucho tiempo que las lágrimas son el lenguaje mudo del dolor, quizás esa frase haga reflexionar a tanto zurdo que acusa a Díaz Ayuso de llorar con lágrimas de cocodrilo, supongo que lo harán porque cree el ladrón que todos son de su condición.

Amigos míos, se llora desde el corazón, que cada uno mire en su interior y guarde el respetuoso luto que merecen nuestros muertos.




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