Viernes 13


Me van a perdonar que aproveche el blog para hablar de un tema que nada tiene que ver con mi novela tal y como estaba haciendo últimamente, quisiera comentarles una experiencia que he vivido durante este fin de semana. El asunto comenzó el pasado viernes, día 13 de noviembre; en España lo del viernes 13, no nos dice gran cosa, porque en nuestra cultura los días malditos son aquellos en que coinciden el 13 y los martes, sin embargo en el resto del mundo se consideran de mal agüero los viernes 13. La maldición tiene que ver con una fecha muy lejana, concretamente con el viernes 13 de octubre del año 1307, día en el que el monarca francés Felipe VI, junto con el Papa Clemente V, decidieron acabar con la Orden de los Caballeros Templarios.

El rey consiguió que el papa los declarara herejes, parece que al monarca le preocupaban mucho más las riquezas que atesoraba la orden que las supuestas herejías. Una vez que Roma los declaró herejes, fueron condenados a morir en la hoguera. El gran maestre de la orden, Jacques de Molay, antes de morir emplazó al rey y al papa ante el tribunal de Dios y les advirtió que iban a morir. Dijo:  A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año... " y la maldición se cumplió,  desde entonces la fecha se ganó la fama de maldita.

Todo esto viene a cuento porque el pasado viernes recibí una llamada en la que una señorita muy amable me informó que hablaba desde el Centro Covid para comunicarme que al haber estado en contacto estrecho con una persona que había dado positivo en Covid 19, debería hacerme los análisis correspondientes y ponerme en cuarentena de inmediato. Tras darme la información me pasó con el equipo de “rastreadores”, que me preguntaron con todo detalle sobre mi contacto. Eran sobre las 13,45 horas y me dieron cita para hacerme los análisis, el PCR y el serológico, a las 15,30 horas.

Cuando menos se piensa salta la liebre, una simple llamada había bastado para mandar al infierno la falsa seguridad en la que vivía. Las cifras de contagio en Fuerteventura son más que aceptables y yo estaba muy tranquilo porque apenas salgo de casa. En un momento, no diré que se me viniera el mundo encima, pero tampoco es que le faltara mucho, pero no tuve demasiado tiempo para compadecerme porque debía solucionar el problema de la cuarentena, me comunicaron que debería permanecer aislado en todo momento. Tengo un nieto de tres meses que viene todos los días a casa, la verdad es que solo de pensar en la posibilidad de que hubiera contagiado a alguien de mi familia, especialmente a mi nieto, me ponía los pelos de punta.

En unos minutos solucionamos el problema, mi mujer se fue a vivir a casa de mi hija y mi hijo me dijo textualmente que no me preocupara que “él se buscaría la vida”, así que en menos tiempo que se persigna un cura loco me había quedado solo en casa, en la buena compañía de mi perro. Fui a hacerme los análisis y mientras esperaba que me tocara el turno pasé un momento bastante depresivo. Me tomaron las muestras y me extrajeron la sangre un equipo de enfermeras eficaces, amables y simpáticas, que con su atención me permitieron recuperar una buena dosis de optimismo, y con la tirita en el brazo volví a mi domicilio

Llegué, me senté en el sillón que ocupo siempre y me obligué a racionalizar la situación, tenía un problema, eso no lo podía negar, pero tenía que colocarlo en su escala real, no ganaba nada poniéndome en lo peor. Estuve reflexionando sobre el tema y lo cierto es que me quedé bastante más tranquilo, estaba a la espera de los resultados, el del PCR lo tendría el sábado y el serológico el lunes. Cené con apetito y dormí bien, el sábado por la tarde me llamaron para decirme que había dado negativo en el PCR. Que el lunes tendría el serológico y me dieron fecha y hora para hacerme el segundo PCR que marca el protocolo.

Y aquí me tienen, contento porque parece que de ésta me he librado, aunque no pueda estar tranquilo al 100% hasta el sábado 21, día en el que tendré los resultados definitivos del segundo análisis. Hasta aquí una anécdota sin importancia, pero que a título personal me ha hecho reflexionar mucho. Parece mentira pero en un segundo, tu vida, la de tu familia y amigos puede saltar por los aires, todos recibimos infinidad de informaciones sobre el Covid 19 y sus efectos, pero francamente hasta que no te toca de cerca, al menos en mi caso, no te das cuenta de la inmensidad del peligro que nos acecha a todos.

Por eso los animo a ser todavía más cautos y responsables en lo que se refiere a las precauciones a adoptar para defendernos del contagio, les aseguro que si hubieran pasado por el mal trago que me ha tocado vivir, lo tendrían clarísimo. Hay que tomar todas las precauciones a nuestro alcance, procuren moverse lo menos posible, lo indispensable diría yo,  el movimiento facilita los contagios, sé que lo de la mascarilla, la “distancia social” y lo de lavarse las manos parecen poca cosa, pero apliquemos esas medidas con todo cuidado, no se fíen, no vaya a ser que les toque decir o pensar esa frase que yo pensé en la puerta del lugar en el que me iban a hacer el análisis ¿Por qué me ha tenido que tocar a mí? La respuesta es muy simple. ¿Y por qué no?, todos estamos expuestos.

Debo agradecer a la Providencia, mi negativo, y la buena noticia de que el amigo que dio positivo y su familia se encuentran razonablemente bien, prácticamente asintomáticos.

Espero que me perdonen por darles la tabarra con mis problemas personales, pero creo que debía, desde la posición de presunto positivo, animarles a que sean extremadamente prudentes; con el bicho no se juega.

Nos encontraremos aquí, si Dios quiere, el próximo miércoles. Un abrazo amigos míos y cuídense mucho.

 

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