Algunas anécdotas bosnias (Tercera entrega)

Mostar a veces una obsesión
Hay anécdotas que da cierto rubor comentar, porque lo cierto es que sin que uno lo pretenda, siempre termina siendo el protagonista del relato. Y no es porque esa sea  la intención, aunque siendo el tema de estos relatos mis recuerdos personales, me resulta muy difícil evitar ese exceso de  protagonismo. Así que ya saben, si aparezco mucho será porque probablemente como escritor de relatos no tenga demasiada técnica literaria y las cosas salen como salen y no cómo uno quisiera que salieran.

Quiero explicarles una cuestión que resulta básica para comprender el desarrollo de nuestras actuaciones en el marco de la misión encomendada a la AGT Canarias. La Legión es una unidad del ejército español, muy particular. Atesora una serie de características que la hacen única y sin igual - si se me permite parafrasear el Credo Legionario -, los hombres que la componen – aquí hubiera debido poner los hombres y las mujeres, pero en mis tiempos no había mujeres ocupando puestos tácticos -, digo que los hombres que forman las unidades del Tercio, son lógicamente individuos muy singulares.

La Legión es como es, gracias sobre todo a la clase de tropa legionaria. Los legionarios, cabos y cabos 1º legionarios tienen una categoría profesional muy importante, técnica y tácticamente están a un altísimo nivel y su especial idiosincrasia y adaptabilidad los hace muy aptos para emplearlos en cualquier tipo de misión, situación o ambiente.

Si La Legión es una unidad de élite del ejército español  reconocida a nivel internacional, es gracias a la tropa legionaria, que son los que le dan el tono y la categoría. Luego están los jefes, los oficiales legionarios y los de otras escalas y los suboficiales, pero no se engañen si no fuera por la extraordinaria capacidad de su tropa, si no fuera por ese especial carácter del que hacen gala los legionarios, La Legión no sería ni sombra de lo que es.

¿Y cómo son los legionarios? Pues bastante distintos de lo que la mayoría de la gente cree. Fieles cumplidores del Credo Legionario que conforma su estilo de vida, son gente dura, trabajada, generosa en el esfuerzo, no conocen límites en el cumplimiento del deber, leales al mando y a su unidad, son orgullosos depositarios de una tradición sagrada que rinde culto al valor, al honor y a los que cayeron en el cumplimiento de su deber bajo las banderas legionarias.

Legionarios de la Alba, repartiendo de su comida
Pero a la vez, son gente amable, generosa, que sufre con los más desfavorecidos, que no aceptan la injusticia, que sienten como suyas las causas de los más débiles y además son gente alegre, amantes de la juerga como los primeros, pero cumplidores en el trabajo como nadie.

Bueno con esta descripción pues más o menos se pueden hacer una idea de cómo era la gente de mi sección.  Lo cierto es que los legionarios encuadrados en la AGT Canarias tuvieron que hacer un doble esfuerzo para estar a la altura de las expectativas del mando en su misión en Bosnia. Nos habíamos preparado para un tipo de misión, la de colaborar en el reparto de ayuda humanitaria y proteger los  convoyes y lo hicimos concienzudamente, pero fue llegar a Bosnia y en menos de veinticuatro horas habíamos pasado a ser fuerzas de interposición y control del alto el fuego. Que es una misión que técnicamente ofrece serias dificultades, pero sí hay que llevarla a cabo en una zona en la que el alto el fuego es una entelequia, pues para qué les cuento.

Los legionarios estuvieron a su nivel y se adaptaron perfectamente a la nueva situación, ni el peligro, ni la falta de descanso, fueron obstáculo para llevar a cabo las órdenes recibidas y cumplimentarlas a satisfacción del mando. Los legías conectaron inmediatamente con la población civil que flipaba con las cosas de los legionarios y su manera de ser, también conectaron satisfactoriamente con los contendientes, en aquellos lugares o momentos en los que fue necesario se les demostró a jáveos y armijas que a las buenas éramos muy buenos, pero que a las malas podíamos ser bastante más malos que ellos.

Dicen que el roce hace el cariño y yo digo que también el roce hace enemigos, los legionarios se sentían bien con la población civil y menos bien con los combatientes, la distinción estaba clara y no les creaba problema alguno a la tropa, todos sabían con quién  se jugaban los cuartos y que es lo que deberían hacer en caso necesario, si surgía la ocasión.

La misión en ocasiones resultaba agotadora, las larguísimas esperas en los check points, las noches en vela a cuenta de tiroteos y bombardeos, las interminable patrullas de exploración, las pistas de montaña, la tensión en momentos muy delicados, todo ello contribuía a que entre mis legionarios cundiera un deseo. Estaban locos por darles un disgustillo o vacilarles un poco a los jáveos, que ciertamente eran un poco macarras y a veces se hacía difícil soportarlos, no como cascos azules, pero sí como hombres.

Había que atender a los niños
Disparó el asunto el hecho de que durante una temporada cuando íbamos a  Mostar, teníamos que pasar  a primera hora de la mañana por Medjugorge para recoger al intérprete, que al día siguiente, una vez relevados, devolvíamos al cuartel general de la AGT. Tras cumplir el trámite volvíamos hacia Dracevo pasando por Capljina. Para llegar al puente que utilizábamos para cruzar el Neretva, teníamos forzosamente que pasar por el casco urbano de la población, cuyos habitantes eran acérrimos seguidores de la causa croata.

En una calle por la que circulábamos habitualmente a velocidad reducida porque debíamos hacer un giro a la izquierda, justo antes del cruce, en la acera derecha estaba una terraza de un bar habitualmente llena de jáveos dándole al jarro. Los croatas cada vez que pasábamos nos insultaban en su idioma y por si no entendíamos los insultos - que no era difícil entenderlos, porque cuando a uno le mentan la madre, sea en croata, turcomano o esquimal, te enteras - nos largaban cortes de manga, risas y burlas.

Tenía dada la orden de no responder y de hecho procuraba que mientras atravesábamos Capljina no hubiera nadie en las escotillas salvo el jefe del vehículo. Ya digo que el roce hace el cariño y lo contrario, porque si lo del bar hubiera pasado una vez, ni nos acordaríamos del suceso, pero como eso sucedía cada tres o cuatro días, la cosa se complicaba. Los legías estaban hasta el mismísimo casco azul de soportar en silencio a la pandilla aquella de cabrones, que opinaban impune y libérrimamente sobre la moral y la decencia de nuestras señoras madres.

Hasta tal punto llegó el mosqueo de mi gente, que los legías me pidieron que hiciéramos algo para poner remedio a aquella intolerable situación. A veces me sorprendía la fe que ponían en mí, porque cuando les dije que no había nada que hacer, más allá de ignorarlos, la comisión compuesta por tres de mis legionarios se miraron entre sí, sonrieron y el más expansivo dijo ― Seguro que algo se le ocurre a usted mi teniente. Con la mala leche que se gasta usted con esa gente, seguro que algo se le ocurre.

Ni siquiera me quedaron ganas de explicar que yo gastaba la misma mala leche para unos y para otros. Me habían puesto entre la espada y la pared, porque en los ambientes militares se manejan conceptos muy comprometedores. Cuando estaban saliendo uno de ellos recitó aquello que que hay que tener fe ciega en la victoria y confianza absoluta en el mando y se fue tan tranquilo y a mí me dejo mustio y pensativo. Ante esa profesión de fe no me podía permitir fallar a mi gente, así que le di vueltas al asunto y decidí que allí no quedaba otra que contestar a la afrenta con otra afrenta, que es una solución no muy brillante, pero que quieren que les diga, hay veces en que uno no está a la altura de lo que de él se espera. La vida es así de dura y a veces no se pueden hacer milagros.

Así que decidí aprenderme un par de insultos en croata para corresponder con contundencia a aquella pandilla de descerebrados, aunque me encontré con un problema cuasi insoluble, tenía que buscar a alguien que me enseñara a hacerlo y no se me ocurría a quien acudir. El problema radicaba en que, por lo que me habían comentado, el insulto que más molestaba a los supermachistas jáveos es aquel que dice: ¡Cómeme la …! me van a permitir que lo deje así, porque creo que se entiende perfectamente y  no creo sea necesario reflejar literalmente el insulto.

Me sabía mal acercarme a Adriana nuestra intérprete en Dracevo y pedirle que me enseñara a decir la frase en cuestión, llámenme anticuado o carroza, pero se me hacía cuesta arriba. Al intérprete varón al que podía pedir que me enseñara cómo se decía en croata lo de la comida de marras, era un tío más jáveo que los propios jáveos y estaba seguro que si se lo preguntaba, terminarían enterándose de mi particular interés por el idioma croata, tanto el Comandante Obradovic de Capljina como mi teniente coronel y eso no me lo podía permitir.

Todos regalaban su comida
Así que tiré por la calle de en medio y me acerqué a la hora de comer al barracón de mando bandera y pedí un diccionario español - croata, croata – español. El legionario que estaba allí me lo dejó y busqué las palabras que me interesaban, el problema radicaba en la conjugación del verbo, pero decidí que aunque se lo dijera en plan indio apache hablando con el rubito de la caballería yanqui, la brevedad y contundencia del insulto conseguiría que se me entendiera perfectamente.

Reuní a la gente de la sección y les expliqué lo que íbamos a hacer. Tendrían que aprender el insulto en croata los miembros de mi tripulación y el primer día que pasáramos ante la terraza del bar, yo le pediría a Morales que aflojara la marcha todo lo que pudiera y todos les gritaríamos lo del cómeme…Me excusé por la falta de ingenio de la solución que aportaba, pero la gente dijo que estaba muy bien y que se iban a enterar aquellos cabrones de lo que valía un peine, aunque las tripulaciones de los otros dos BMR les parecía que faltaba su aportación, pero les expliqué que no iba a parar la columna en aquel lugar para que los legionarios insultaran a los del HVO, insistí en que deberían conformarse en ver como los insultaban los de mi blindado.

Así lo hicimos pero en versión mejorada, porque el día que subimos a Mostar, coincidió que vino con nosotros “Carmen” y a ella sí que me atreví a pedirle que explicara como se decía en correcto croata lo del insulto. Lo hizo encantada, le hizo mucha gracia, era argentina de ascendencia croata, pero no tragaba a los jáveos. Lo único que lamentaba era perderse el espectáculo, pero los legías le consolaron, muy serios, comprometiéndose a contarle el asunto con todo lujo de detalles. Los legionarios de mi blindado, me dieron el día,  ensayaron la frase de manera incansable pero estaban encantados porque, al menos así lo decía “Carmen,” sonaba perfectamente.

Acabamos la misión, llegó el relevo y “Carmen” se bajó del blindado en Medjugorge, nos deseó suerte y nosotros arrancamos rumbo a Capljina. Llegamos al casco urbano, los legionarios se colocaron en las escotillas y muy lentamente nos fuimos aproximando a la terraza. Allí estaban  los jáveos que empezaron a gritarnos en cuanto nos vieron aparecer, le ordené a Morales hacer alto en cuanto llegamos a su altura, los borrachuzos aquellos aflojaron un punto los gritos cuando nos vieron detenidos, levanté lentamente mi mano con la palma extendida hacia ellos y los muy pardillos guardaron silencio y entonces a la de  tres les pedimos a gritos que nos comieran eso que ustedes ya saben, mereció la pena ver la cara que pusieron,nos pusimos en marcha, miré a mi retaguardia y vi como pasaban los dos BMR de mi sección y el Mercurio en medio de las voces de los legías, las burlas en castellano castizo y los cortes de manga que les hicieron a los croatas.

La gente se encontraba muy satisfecha. Llegamos a Dracevo y todo el mundo estaba encantado de la vida, les gustó muchísimo lo que habíamos hecho, corté los comentarios y las risas porque todavía teníamos trabajo que hacer,  cada uno se fue a lo suyo y yo di las novedades de la misión, escribí y presenté el informe post misión, me aseé,como y me fui a echar una siesta, que no duró demasiado. Sobre las 16,30 horas vino a verme al contenedor donde intentaba dormir, el intérprete superjáveo que me dijo que yo había insultado gravemente y en público a oficiales del HVO y que el Comandante Obradovic estaba muy molesto y daría queja de lo ocurrido al gospodin Morales y como vio que estaba callado escuchándole, debió pensar que la cosa iba bien y  todo era terreno llano y añadió de su cosecha que era una imprudencia provocar gratuitamente al HVO,  porque podían reaccionar violentamente.

Me levanté de la litera, puse los pies en el suelo y eché un paso adelante, mientras el intérprete, como si lo hubiéramos ensayado, echó uno para atrás.
― ¿Has terminado?― pregunté, ni le dejé contestar ― El Comandante Obradovic es muy dueño de quejarse al gospodin Morales o al sumsum corda, pero le puedes decir de mi parte que si lo que le molestan son las provocaciones, que se preocupe de su gente, que no hace otra cosa que provocar. Y tú lárgate de mí vista y vete pensando cómo vas a justificar ante el teniente coronel, esa línea directa que por lo visto mantienes con el cabrón de Obradovic.

Dio media vuelta y se fue. No tuve noticia de que el súbito interés de los componentes de la II sección de la Cía.  Austria, por aprender el croata popular, hubiera tenido el más mínimo interés para el mando;  los jáveos, vaya uno a saber por qué, decidieron cambiar de bar, lo que ciertamente nos pareció una gran idea. ¿Y los legionarios? Los legionarios encantados de la vida,  lo de poder contestar a los insultos los tenía entusiasmados.

Dicen que el saber no ocupa lugar, creo que es muy cierto… y a veces incluso sirve para algo.

Mañana seguiremos con un par de anécdotas más, si a ustedes les apetece


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