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Como nació lo de "Al madero no le gusta la ropa vieja"

Aquí se gesto el título de la novela

En la fotografía que ilustra el presente escrito se puede ver el interior del bar restaurante donde sucedió la anécdota que me permitió titular mi novela, que se llama como quizás sepan ustedes “Al madero no le gusta la ropa vieja”, un título que a mí me gusta aunque resulte un tanto sorprendente. Pero en estas cosa de la escritura las cosas suceden muchas veces por sorpresa, uno está liado pensando en cómo titular un texto y de pronto se le viene a la mente una anécdota que te ofrece la solución al problema.

Estaba sudando tinta china para encontrar el título para la novela, cuyo texto ni siquiera había comenzado a escribir. Había realizado algún trabajo de documentación, pero no había escrito ni un solo párrafo del relato. Supongo, no lo sé, porque ya les he confesado que no tenía ni idea de como se escribía una novela, que lo suyo hubiera sido ponerme a escribir y lo del puñetero título dejarlo para mejor ocasión; pero como soy un tozudo irremediable, decidí que ante todo tenía que encontrar el título y después ya seguiría con el texto de la novela.

En esas andaba cuando - Dios es grande y protege de una manera especial a los tontos y a los equivocados – por sorpresa, recordé la frase que hoy por hoy da título a mi relato y quiero explicarles la anécdota que viví con mi familia y que generó el dichoso título. 

Un día cualquiera estábamos mi mujer, mis hijos y un servidor de ustedes sentados precisamente a la mesa que se ve en la fotografía al fondo de la sala del bar. Habíamos ido a comer a ese establecimiento porque mi buen amigo Ramón, era el que lo gestionaba.

Ramón que es un tipo estupendo tuvo en su momento un restaurante magnífico, “El Sitio” se llamaba, donde se comía extraordinariamente bien y además daban un trato, amable, profesional y eficaz a los clientes. En casa salimos más bien poco a comer fuera, pero en todas y cada una de las ocasiones en que decidíamos comer en un restaurante, íbamos al Sitio, que tan bien administraban los amigos Ramón y Basi, el negocio iba muy bien hasta que la crisis del 2008 se encargó de liquidarlo.

Ante esa situación mi amigo Ramón se hizo cargo del bar del hotel que hoy se llama JM Puerto Rosario, el bar estaba abierto al público y en él se daba el desayuno a los clientes del establecimiento hotelero. Poco a poco Ramón consiguió vender un menú muy decente y confeccionó una escueta carta para aquellos que prefirieran ese sistema. Total, que allí estábamos sentados a la mesa que les he señalado; Elena y Tina, se sentaron de espaldas a la puerta y Miguel y yo en las otras dos sillas.

Rápidamente se acercó Ramón, que aquel día tenía un interés muy pronunciado por vendernos el menú del día, le pedí la carta mientras Ramón insistía que tenía una ropa vieja en el menú que era una maravilla, por fin conseguí que se diera cuenta que aunque se cayera el mundo, íbamos a comer a la carta. La trajeron, elegimos y cuando llegó la comanda nos pusimos a comer.

Mientras lo hacíamos, entraron en el bar dos jóvenes, de estatura media, delgados, con el pelo muy corto. Vestían tejanos, deportivas, unas chaquetillas y llevaban sendas riñoneras al cinto, los miré y me dio la impresión de que eran policías nacionales o guardias civiles. Se sentaron a una mesa situada en el centro de la sala cerca de la barra del bar y mientras lo hacían le pregunté a mi hijo Miguel si los conocía, mi hijo les echó un vistazo y me dijo que le resultaban desconocidos, pero que eran maderos seguro.

La cosa quedó ahí, pude oír como pedían menú, porque eso fue lo que cantó la camarera a la cocina y me olvidé de ellos. Pero al rato, el más alto de los dos, reclamó la presencia de la camarera con cierta premura, estuvieron hablando unos momentos y pude ver como la camarera retiraba un plato de ropa vieja. Miré a mi hijo y le dije “Por lo visto al madero no le gusta la ropa vieja”, nos echamos a reír los dos y la cosa terminó cuando Tina nos recomendó que fuéramos más discretos y nos ocupáramos de nuestros asuntos.

Ya saben ustedes de donde salió el título de esta novela. En el relato cuento la anécdota convenientemente retocada, el problema con la ropa vieja lo sufre el protagonista del relato, Marc Rodríguez Blanco, el guardia civil que elige Puerto Rosario como su primer destino en la Benemérita y que va a afrontar una investigación muy complicada.

Ya sé que les dije que a lo mejor publicaba todos los viernes, pero ustedes ya me conocen, así que hoy sábado no me he podido resistir a contarles lo del título y mañana, si Dios quiere, lo publicaré.

Un abrazo para todos.


 

Comentarios

  1. Desdeluego, tenia que ser algo así. Querido Miguel, haces de las cosas sencillas como esta anecdota, cosasque serán grandes como tu escritura. Me quedé goloso con "Legionario en Bosnia" y ahora ya estoy impaciente por leer ésta del madero. Un abrazo amigo mio.

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  2. Una anécdota graciosa que no pongo en duda, que dará pie a una buena historia. Un cordial abrazo.

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  3. Me ha encantado el relato sobre el título. Un anécdota que me crea la necesidad de decirle a usted, como bien sabe, que lo de ponerle el título a un libro o novela, e incluso a un relato, es algo que en la mayoría de casos cuesta más que escribir propieamente el contenido de la historia. Como miembro (en excedendia) de la Benemérita y con el placer de haber servido como legionsario en ese Puerto del Rosario, decirle que su relato me ha llevado a tiempos pasados que aun quedan en mi cabeza y que sirvieron para forma mi carácter y mi forma de ser. Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Vicente, efectivamente lo de titular tiene su aquel. Gracias por el comentario y sobre todo por la lectura. Un abrazo.

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