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Primero la demagogia, después la mentira, ahora la violencia…

Los zurdos se ríen

La izquierda española sufre en líneas generales una crisis de liderazgo. No creo que haga mucha falta describir  los problemas por los que atraviesa el PSOE representante de la supuesta socialdemocracia española, cuyos barones territoriales y gran parte de su cúpula por fin se han dado cuenta del funesto error que supuso no llevar a cabo la catarsis a la que les obligada la terrible derrota electoral que sufrieron en las últimas elecciones, ya fueran las autonómicas o las generales.

Derrotados en todos los frentes, pusieron su destino en las manos de quien los había conducido a la derrota electoral más contundente de su historia y ahora, desde el interior de la propia organización, se están produciendo movimientos encaminados a librarse de Rubalcaba.

Si hablamos de IU, que parece que disfruta de unos momentos de gloria, si analizamos aunque sea ligeramente la situación que vive el partido, resulta más que fácil, evidente, percibir que a Cayo Lara el papel de líder le viene muy, pero que muy grande. Los comunistas españoles decidieron en su momento cambiar a Llamazares por Cayo Lara y en mi opinión el remedio causó más daño que la propia enfermedad; no sé yo si les hubiera ido mejor si se hubieran aplicado aquello de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”, aunque hay que reconocer que soportar el liderazgo del doctor Llamazares debe resultar una prueba muy difícil de sobrellevar.

Otro tanto cabe decir del resto de organizaciones de la izquierda española con representación parlamentaria, un cajón de sastre en el que se encuentran revueltos en una mezcolanza muy difícil de manejar, los pensamientos del marxismo leninismo en una coyunda antinatural con las pulsiones nacionalistas, mezcla que ofrece unos resultados muy difíciles de digerir. Aunque afortunadamente su limitada capacidad, impide que por sí solas, este matiz es muy importante, puedan hacer un  demasiado daño.

Estamos atravesando una crisis terrible, es el momento en que todos, derecha, izquierda y cualquier otra ideología que se precie de tal, debieran colaborar en la tarea de sacar a los ciudadanos de este país de la situación que sufrimos, pero no es así. La izquierda de este país nos ha vuelto a fallar, incapaces de aceptar la derrota electoral, comenzaron su andadura, negándose a reconocer la legitimidad de la victoria del PP.

Sin poder parlamentario, iniciaron el camino que ya habían anunciado antes de las  generales, se dedicaron a incendiar las calles, para ello no dudaron en utilizar la mentira y la demagogia a manos llenas. Hace bien poco tiempo Cayo Lara se atrevió a decir que las calles les darían lo que no les dieron las urnas y se quedó tan tranquilo, pero lo peor es que el resto de sus compañeros dieron su conformidad al disparate al menos por omisión. El PSOE niega la legitimidad del PP por incumplir el programa electoral y por ese motivo exigen la dimisión de Rajoy. 

El PSOE hizo y hace todo lo que puede, por poner trabas  a la acción del gobierno y antes que algún analfabeto político me diga que ese es su trabajo, habrá que aclarar que el papel de la oposición es el de controlar la acción del gobierno, no la de ponerle impedimentos. Ferraz había puesto su esperanza en una intervención europea, no parece que esto vaya a suceder, por el contrario, parece que a pesar de todos nuestros pesares, hay motivos para la esperanza.

Por tenues que sean esos motivos, debe ser cierta su existencia, no porque lo digan los del PP que en eso si han pecado habrá sido de prudentes, sino por la reacción de la izquierda española. Si Cayo Lara dijo lo de las calles, ahora es Llamazares el que en sede parlamentaria advertía el pasado miércoles “O se van o los echamos”. Mientras tanto Valenciano condenaba con la boca chica la violencia de los de la Plataforma de Afectados por los Desahucios, que fueron hasta el domicilio de González Pons a montarle el numerito, para seguidamente y tras haber cumplido hipócritamente con el papel de demócrata contrario a la violencia, justificar la aplicación de la misma, afirmando que este tipo de cosas ocurren "cuando se quiebra la confianza entre los representados y sus representantes, un principio sagrado de la democracia", por lo tanto queda claro que en opinión de la número dos del PSOE el culpable de la existencia de la violencia es el Partido Popular.

Habrá quien diga que lo de González Pons no se puede llamar violencia, a mí me lo parece. Para los que tienen la costumbre de cogérsela con papel de fumar o atenerse a la literalidad, matizaré que quizás se puede calificar como de “baja intensidad”, pero me pregunto qué diría la izquierda nacional si a los de las NNGG del PP se les ocurriera montarle un “escrache” a Ada Colau. Los aullidos de indignación se oirían en Pernambuco, la izquierda lloraría ante la llegada de la extrema derecha al país y se acusaría de nazis y fascistas a los que hubieran acudido hasta allí. Por el contrario si quien lleva a cabo estos actos de la “violencia de baja intensidad” derrota por el pitón izquierdo se aplauden y justifican.

Se está creando un clima de violencia que nos va a perjudicar a todos. La izquierda ha manejado la mentira y la demagogia desde siempre, conviene recordar que cuando ha decidido usar de la violencia no le ha temblado el pulso. Parece que a juicio de esta gentuza ha llegado el momento, por ello están llevando a cabo los  movimientos necesarios para que, poco a poco, la violencia se perciba como el vehículo lícito de la expresión concreta de la indignación popular.

Primero fue la demagogia, después la mentira y ahora la violencia ¿qué nos queda por soportar de esta izquierda impresentable?

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