El “Pacto”, entre el cinismo de Sánchez y la sordera moral de Rivera



El pacto al que llegaron Pedro Sánchez y Albert Rivera al que bautizaron con el nombre de “Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso” ha sufrido desde  su presentación serias vicisitudes, que demuestran que en el fondo a Pedro Sánchez le da lo mismo  lo que firma, porque no ha cumplido jamás un acuerdo, ni piensa hacerlo así se caiga el mundo.

El equipo de Rivera está pasando por un auténtico calvario, intentando salvar la cara para minimizar el ridículo constante que sufren, mientras su líder se dedica a dar lecciones a todo el mundo. Lo cierto es que hay mucho votante naranjito al que el pacto no le gustó ni un ápice y eso comienza a notarse en las afiliaciones a Ciudadanos que de veinte al día, justo después de las elecciones, han pasado a cuatro desde que tuvieron la “brillante” idea de asociarse con el PSOE.

Primero fue cuando desde Ferraz explicaron que lo de que la eliminación de las diputaciones, joya de la propuesta naranja, no era tal, simplemente se les iba a cambiar el nombre en una maniobra socialista de manual y asunto solucionado, que eso de la semántica lo tienen muy  pero que muy dominado en Ferraz. Luego fue la generosa y personal oferta de Sánchez a los podemitas proponiendo reformar o ampliar el contenido del pacto en el sentido que hiciera falta, aunque quedara que no lo conociera ni la madre que lo parió, todo era poco para que la izquierda estuviera cómoda con el texto; lo que dejó a los de Ciudadanos pidiendo agua por señas. Hace bien poco fue el cambio de nombre de ese gobierno que iba a ser reformista y de progreso y que ha sido rebautizado por Sánchez como gobierno del cambio y pare usted de contar, que lo del reformismo le empieza a pesar al socialista.

Comprendo que Rivera, estando como está ocupado en poner en marcha la operación que, con la bendición apostólica de altas instancias de este país, intenta llevarlo a la presidencia del gobierno, las “cosas” de Sánchez  le parezcan asunto baladí, porque su verdadero trabajo está en convencer al Partido Popular para que defenestre a Rajoy, condición necesaria para poder presentar un candidato a la investidura, apoyado por los votos de Ciudadanos, PP y el PSOE, que eso lo dejó bien  claro. Si había cambio de candidato, todo podía ser.

Eso es lo único que le interesa, porque  a la hora de nombrar al candidato que deba ser investido, le va a resultar más sencillo ser el propuesto, si los populares presentan a un líder distinto a Rajoy, está claro que tras la cesión de Génova no va a haber bemoles para oponerse al nombramiento de Albert. Por su izquierda está tranquilo ,porque Sánchez está eliminado del tablero desde que perdió el debate de investidura; naturalmente que para conseguir eso hay mucho que engrasar, pero del necesario “engrase”  ya se ocuparán desde la Zarzuela.

Eso lo sabe Pedro Sánchez que le está haciendo la vida imposible a los naranjitos a ver si estos se cabrean y así consigue que el pacto con Iglesias sea el único posible, un pacto que le resulta cómodo, sobre todo si consideramos que  en ese acuerdo el vicepresidente ya está nombrado, al menos por ahora. 

En eso está el líder socialista al que no le duelen prendas y tras firmar con Rivera que se comprometía a "no incorporar a las listas electorales ni proceder al nombramiento de altos cargos, a partir de la fecha, de personas con la condición de investigadas a iniciativa del ministerio Fiscal por delitos relacionados con la corrupción que impliquen enriquecimiento para el afectado", se fumó un puro y se fue para Galicia para apoyar a su hombre, que no es otro que líder del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, que estaba siendo investigado (antes imputado) en el ámbito de la “Operación Garañón por cuatro delitos de corrupción: Cohecho, prevaricación, tráfico de influencias y contra la ordenación del territorio y digo que estaba porque ayer mismo le cayó otra imputación a cuenta de la “Operación Pulpo” por la presunta comisión de seis delitos: Cohecho, prevaricación, tráfico de influencias, fraude a las administraciones públicas, fraude de subvenciones y un delito continuado de malversación de caudales públicos, que así es la vida de dura y abundante la panoplia de imputaciones del amiguete de Sánchez.

Ese es el hombre del que afirma Pedro que “si Besteiro quiere dar el paso –de ser candidato a la Xunta– tendrá mi apoyo, porque confío en él”. Lo que sin duda levanta serias dudas sobre los gustos del candidato que dice va a limpiar España de corrupción. Claro que visto lo que hay, la España de Sánchez debe ser diminuta,  porque a la vista está que en ella no tienen cabida Andalucía, Cataluña, Galicia, Aragón, Asturias, Ibiza y algún territorio más que se me puede olvidar y en el que los socialistas están pringados.

El pacto ese, el del gobierno reformista y de progreso es una filfa de mucho cuidado, otro timo de un partido como el PSOE, corrupto hasta la médula pero con muy buena mano para manejar los hilos en los medios de comunicación. Pedro Sánchez es un  cínico y Albert Rivera, por muy liado que esté no puede jugar más a llamarse andana, porque siendo grave que mintiera cuando prometió no apoyar a ningún pacto de perdedores, parece peor que  permita que los del PSOE se rían en sus barbas cuestión que no puede ni debe admitir. Impasible a lo que le rodea, sólo le ocupa la corrupción habida en el PP, pero su conducta demuestra que le ocupa en la medida que tratar de ella le facilita su camino a la Moncloa y por el mismo motivo ignora la transversal, extensa y profunda corrupción del PSOE.

Su socio lo ha dejado in puribus, no en un cartel electoral como antaño, sino ante la ciudadanía y sobre todo ante los votantes naranjitos lo que le deja en muy mal lugar. Si le preocupan los corruptos que se ocupe de todos y si Pedro Sánchez no ha sido capaz de limpiar el PSOE que eso resulta escandalosamente evidente ¿por qué Sánchez puede limpiar España y Rajoy no?

Es cierto que no hay peor sordo que el que no quiere oír, pero Albert debiera tener presente el dicho que reza "Al quien se hace el sordo, barreno gordo..


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