¿Camina Albert Rivera hacia la irrelevancia?

Al final Albert Rivera va a conseguir lo que parecía imposible. Desde siempre Ciudadanos ha basado su proyección mediática en la imagen de Rivera, un hombre joven de buen aspecto, simpático, con facilidad de palabra, sonrisa contagiosa y aparentemente cercano a la gente, que vendía  un discurso renovador y que daba la sensación de que iba a hacerse el amo del cotarro del centro derecha español. 

Las sensaciones eran tan positivas, que gente muy importante en España, entre los que se contaban – en pretérito – elementos pertenecientes al IBEX 35, decidieron prestarle su apoyo en la ilusa creencia que por fin habían encontrado a un líder. El “niño” Rivera era la gran esperanza blanca del centro derecha en España, el recambio de Rajoy. 

Las urnas se encargaron de darle el primer golpe. Incomprensiblemente para los suyos, las expectativas electorales de Albert Rivera se diluían a lo largo de las campañas y el resultado de las elecciones nada tenía que ver con lo que se esperaba conseguir. La cúpula naranjita le echaba la culpa a la injusta ley electoral española, que es la misma con la que se manejaban los de Podemos y a los populistas las cosas les iban medianamente bien.

Entre otras muchas cuestiones, habrá que considerar la escasa implantación territorial conseguida por Ciudadanos. De hecho el empeño que tienen los naranjitos por cargarse a las diputaciones, instituciones manifiestamente mejorables, lo origina el hecho de que Ciudadanos es mayoritariamente un partido urbanita, pocos votos, por no decir ninguno van a sacar los de Rivera, de las gentes que viven apartadas de los centros de decisión y son por tanto “clientes” de las diputaciones provinciales.

Por otra parte es tan notorio y reiterado el empeño que tienen por demostrar que son imprescindibles en la política española, que hace que la gente, que en su gran mayoría viene de ya vuelta de muchísimas cosas, cada vez que escucha a un naranjito explicando la importancia que tienen para el armónico desarrollo institucional, piensan de manera automática aquello tan viejo, pero tan acertado de “Dime de qué presumes y te diré de lo que careces”.

Tienen una clientela electoral evanescente, de hecho son el partido político que menos fideliza a sus votantes, justo lo contrario que su gran enemigo, el Partido Popular. En principio las cosas les fueron bien porque el mensaje que mandaban era muy atrayente, pero al final, por sus hechos los conoceréis, los españoles están un poco hartos de Ciudadanos y lo curioso que en eso han sido gente muy equilibrada, no los pueden ver los del PP, ni los socialistas, aún menos los podemitas y si hablamos de IU para qué les cuento.

Está Rivera empeñado en intentar hacer creer que él es, no parte, sino la solución al problema al que nos enfrentamos. Cuando lo cierto es que forma parte muy importante del mismo desde el 20 D, fecha en la que todos recordarán vetó a Mariano Rajoy y se negó siquiera a contemplar aquel pacto a tres que el popular ofreció y que ante la doble negativa de Rivera y Sánchez, optó por no aceptar el encargo de formar gobierno, por constarle que no tenía los apoyos suficientes ni los iba a tener. 

Rivera siguió a lo suyo, se montó un pacto con el PSOE, que Sánchez se apresuró a firmar sin ningún problema, total sabía que no lo iba a cumplir, pero le servía para que D. Felipe VI le nombrara candidato. Hablando de acuerdos, conviene no olvidar que Ciudadanos además de pactar con los socialistas lo intentaron con Podemos. Todos recordamos la escalofriante escena de Girauta sentado a la mesa de la negociación, en la ilustre compañía de los del PSOE e Iglesias, para ver si podían llegar a una componenda.

El 26J les propinó a Ciudadanos otro revolcón de los de alivio, el PP se les llevó unos cuantos diputados conseguidos de gente de derechas a la que no le gusta que se anden liando las cosas con social demócratas y populistas. El pacto con el PSOE que juraron permanecería tras las elecciones, desapareció, como desaparecen habitualmente las promesas de Rivera. Tuvo que pactar, de aquella manera, pero pactar con Rajoy. ¿Si lo hizo ahora, por qué no lo pudo hacer en enero?

No le gustó nada, porque a Albert Rivera lo que le pide el cuerpo es pactar con Pedro Sánchez, pero tal y como estaban las cosas, cualquiera se atrevía. Así que Albert Rivera pactó la investidura con Rajoy, para en mitad del debate de la misma, advertir que no se fiaba ni del gallego en particular ni del PP en general, que el pacto finiquitaba su virtualidad en cuantito acabara la investidura y que de ahí en adelante advertía que no apoyaría a candidatos imposibles. 

Los de la cúpula de Ciudadanos estupefactos, se gastaron todo el saldo de sus móviles, incluyendo el de la señora de la limpieza de su sede, para intentar convencer a los medios que Albert Rivera no había dicho, lo que dijo en clarísimo castellano.

Tal y como están las cosas, no se atreve con Rajoy, se le ponen los pelos de punta pensando en unas terceras elecciones y como entiende que debe seguir sosteniendo que si España existe es gracias a la figura de Albert Rivera y sus naranjitos, ahora se dedica a hacerse propaganda, apropiándose de los méritos de la acción de gobierno y culpando al PP de todos los problemas, en las CC.AA en las que se supone prestan apoyo a los populares. 

Se ha instalado en la equidistancia, que Rivera confunde con el centro político, le dice a Sánchez que no puede aspirar a formar gobierno, pero como con Mariano Rajoy no se atreve, se venga atacando a los presidentes de las CCAA, de Murcia, La Rioja, Madrid y Castilla y León, todo son pegas, ninguneos y desplantes. ¿Y en Andalucia? En Andalucía, sin novedad señora baronesa, que al PSOE no le le puede molestar.

Entre otros muchos defectos Albert Rivera tiene muy mal perder, cree que resulta imprescindible y como siga equivocándose, terminará siendo irrelevante.


Comentarios

  1. Magnifico analisis de la situación y esto me hace feliz a mi, pues sigo diciendo que este chaval " no es, no ha sido y no será, trigo Limpio ". Asi de sencillo.

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