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Montilla y el pan con tomate

Les supongo a la inmensa mayoría de ustedes en el conocimiento, aunque sea por referencias, de la existencia de una manera de preparar en Cataluña el pan y sobre todo los bocadillos que se conoce como pan con tomate y que simplemente es el resultado de frotar un tomate bien maduro sobre la miga del pan para añadirle a continuación sal y, a ser posible, un buen aceite de oliva y si es de oliva arbequina pues tanto mejor.

No es que sea lo del pan con tomate el mayor descubrimiento gastronómico que han visto los siglos, tras el descubrimiento del fuego que nos puso en el maravilloso camino de la cocina, sea ésta de autor o de la madre de uno, que como los sabores de la infancia poquita cosa hay, como saben bien muchas sufridas esposas que no entienden como lo que cocina su suegra, los macarrones de mamá son paradigmáticos de lo que explico, merezca siempre el halago más caluroso por parte del soso de su marido que sin embargo siempre tiene una observación negativa para su manera de cocinar..

Ya les digo que el pan con tomate es una buena solución, que enriquece con un procedimiento muy sencillo, el contenido de los bocadillos, de hecho su consumo se ha popularizado y se consume y ofrece en otros lugares de España fuera de Cataluña.

Por centrar el tema, a mí que soy catalán y por tanto consumidor de esa manera de preparar el pan, me gusta mucho; un procedimiento culinario más que nace de la vieja sabiduría popular que debía enriquecer la dieta y hacerla más apetitosa con lo que tuvieran a mano, que no era mucho. Y en aquellos tiempos cuando el pan se horneaba una vez a la semana se conseguía aminorar su inevitable sequedad, frotando a la rebanada correspondiente la pulpa jugosa de un buen tomate.

Un descubrimiento bueno y que se utiliza en la actualidad en muchos lugares de España, pero hoy leo que el “compañero” Montilla que debe andar desalado con la lectura de tantas encuestas negativas ha dispuesto un decreto por el que se obliga a los hoteles sitos en Cataluña a que sirvan pan con tomate en sus desayunos.

Con un par…. de tomates. Decía hace unos días que cuando comienza la berrea electoral, es decir cuando los políticos entran en celo, hay que entender, y de eso saben ustedes tanto como yo o más, que la sangre no les llega debidamente al cerebro por andar el fluido vital por vericuetos más urgidos por el apretón hormonal o electoral que acucia a los candidatos y que teniendo en cuenta esa disminución de su ya dudosa capacidad intelectual quizás sería de aplicación alguna medida que atenuara su responsabilidad por las marranadas y tonterías que realizan y manifiestan en época de campaña electoral.

Pero lo del pan con tomate de Montilla llega a un extremo que difícilmente se puede justificar. Con la que está cayendo, con el país a punto de irse por el desagüe, con el paro machacando al ciudadano en general y a las mujeres y a los jóvenes en particular, en plena campaña electoral el “compañero” Montilla sale al balcón y anuncia urbi et orbe la obligatoriedad del pan con tomate en la hostelería catalana y acompaña el anuncio con la bendición gastronómica nacionalista, no consta si antes y/o después entonara el Virolai.

Y eso que estamos hablando de un socialista, un hombre de izquierdas hay que suponer y por ser de izquierdas internacionalista, pero lo que son los milagros de la demagogia Montilla ha devenido en furioso y gastronómico nacionalista. Cómo han podido transformarse los socialistas catalanes en nacionalistas moderados en principio, ahora en excluyentes y cuando haga falta en más independentistas que los de Carod Rovira es algo que merecería que alguna vez se nos explicara.

Y es que los socialistas en Cataluña, y en otros lugares cuando haga falta electoralmente hablando, han emprendido una carrera para conseguir ser más nacionalistas que los nacionalistas. Esto no ocurre en Canarias, lo del pan, lo del pan con tomate tiene una traslación automática, aunque para decir verdad no creo que Rivero se atreviera a obligar por decreto a consumir el gofio y otros productos autóctonos. O ¿quizás sí?, con esto de la hora de menos uno nunca sabe a qué carta quedarse.

Montilla ha pagado una idea, porque lo del pan con tomate seguro que se lo ha vendido algún personaje con dos carreras, un máster, dos idiomas y no sé cuantas cosas más y que seguro le ha levantado una pasta gansa, para demostrar que él es más catalán que la Virgen de Montserrat.

Y vemos que pasa como aquí, que lo identitario lo catalán allí y lo canario aquí se queda en lo epitelial en una medida claramente demagógica y nos damos de frente con la sardana, la manipulación del Barça y ahora el pa amb tomaquet como insignia de lo catalán, mientras que aquí tenemos el timple, el cachorro, las chácaras y lo del arráyate un millo, que eso permite a cualquiera presumir de ser más canario que el gofio – que aquí a las vírgenes las dejamos para las ronerías- y a los de Montilla ser más catalanes que la Virgen de Montserrat y que Ridao juntos.

Creo que merece la pena hacer una reflexión, seremos capaces de votar para cargos tan importantes, aquí y allí, a personas que tienen tan poco respeto a su electorado que son capaces de vivir, ideológicamente hablando, de la demagogia más ramplona y políticamente del más indecente de los clientelismos.

¿Vidas paralelas? pregunta un señor probablemente lector de Plutarco, que como las meigas haberlos haylos; pues sí vidas paralelas las de los nacionalistas canarios y los socialistas catalanes que están dando el mismo espectáculo.

Para Montilla han llegado los idus de marzo, bien que en noviembre, espero que los ciudadanos ajustemos, en su momento, cuentas con el nacionalismo de CC que gobernando en estas islas prácticamente desde el amanecer de la democracia poco ha aportado durante tantos años y ahora desgraciadamente no aporta nada o casi nada.

Oigan y después nos montamos una buena merienda, podemos combinar lo del pan con tomate con unos lomos de atún, pescado en el río entre Fuerteventura y Lanzarote y lo regamos todo con un tinto de maceración carbónica de Tenerife. Que lo cortés no quita lo valiente.

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