En Cataluña CiU toca a rebato y llama al somatén

Ayer comentaba las reacciones a las manifestaciones de José María Aznar que venía a decir que España no puede soportar, económicamente hablando, diecisiete autonomías. El argumento no puede ser más cierto, somos incapaces de mantener el gasto que producen esas autonomías que diseñamos como si fuéramos millonarios.

Tras lo de Aznar, en Cataluña reaccionaron, como cabía esperar. Oiga a los demás que les hagan lo que les parezca pero a nosotros, ni mirarnos. El problema de algunos políticos de Cataluña es que no pelean porque se respeten las “diferencias” de su región; ese fue el argumento primigenio, ahora están en una batalla interminable, ellos se reputan como distintos del resto de los españoles y por tanto deben ser tratados de manera distinta, quieren ser distintos y superiores, ojo.

En ese sentido resultan extremadamente clarificadoras las declaraciones de Andreu Mas-Colell, Consejero del gobierno de Más que, coincidiendo con el portavoz de CiU, reconoce que puede haber ineficacia en el Estado de las autonomías, pero añade que habría que estudiar cuáles las aplican bien y cuáles no.

Y para que no hubiera dudas al respecto terminaba con este colofón: "Sería bueno que se replanteen si las autonomías que se han inventado tienen futuro o cómo pueden ser viables". Así que ya saben ustedes, las autonomías se han “inventado” salvo, naturalmente la de Cataluña, que como todo el mundo sabe, ha sido comunidad autónoma desde la noche de los tiempos, allá por el tiempo de los layetanos.

Las cuestiones presupuestarias les traen al fresco. Se reputan como el paradigma de la eficacia en el manejo del presupuesto, claro que cuando fallan y se endeudan, tienen un remedio mágico: Paga Madrit. Son creadores eternos de déficit, en ese sentido baste ver como los convergentes se han encontrado con un déficit en la Generalitat, que puede superar los 7.000 millones de euros, muy lejos de los 2.600 millones que había previsto el Consejo de Política Fiscal y Financiera.

Creo que no pueden presumir de disciplina presupuestaria, de igual manera –que conste- que el resto de sus dieciséis compañeros de desdichas. Pero en cuanto los de CiU han escuchado una serie de opiniones, tan dispares en su origen, como coincidentes en sus diagnósticos, se ha armado la de Dios es Cristo.

Primero fue Aznar, después Zapatero, que le decía al Financial Times estar dispuesto a meterle mano, a la autonomía que no se ajustara a la política de reducción del déficit público y por si faltaba alguien a la fiesta armonizadora, miren ustedes por donde aparece Jáuregui ministro socialista de Presidencia anunciando la posibilidad de que el PSOE proponga en su programa electoral medidas tendentes a conseguir una mejor armonización entre las comunidades. Ante tamaño desafuero ha tenido que sonar el sagrado toque que convoca al Somatén a defender a Cataluña y a sus superautonómicos ciudadanos.

Durán i Lleida con esa solidaridad que le caracteriza afirmaba que: “El debate que la sociedad española y los partidos políticos de ámbito estatal deberían atreverse a afrontar es si tiene sentido tener diecisiete autonomías". Algún ingenuo pensará que está bien la afirmación de Durán, pero cuidado, lo que está diciendo en realidad, es que a él le sobran doce de las diecisiete autonomías reconocidas por nuestra legislación.

Mientras Cataluña, País Vasco, Galicia, Andalucía y Navarra, que son consideradas como históricas, sean intocables, los de CiU y el resto de nacionalistas catalanes están de acuerdo y encantados de la vida. Y al resto de autonomías y a sus ciudadanos los pueden ir peinando, por decirlo fino.

Cataluña, sumida en sus delirios de grandeza ha organizado un modelo de gobierno disparatado, demencial, ineficaz y caro, muy caro. Veamos:

Tienen la Generalidad y sus Consejerías, una hipertrofiada Área Metropolitana de Barcelona, las cuatro Diputaciones provinciales (heredadas), siete veguerías (recuperadas de los viejos tiempos), cuarenta y un consejos comarcales (invento convergente) - cuya principal misión parece es dar acogida y trabajo a los clientes políticos - y ya por finalizar más de novecientos ayuntamientos.

Una administración nutridísima, desproporcionada y carísima, aquejada de los males inherentes al gigantismo y que, naturalmente, ocasiona el déficit correspondiente que tenemos que pagar entre todos los españoles.

Lo he dicho antes y lo repito, los políticos catalanes no quieren que sus administrados sean iguales al resto de los españoles, quieren ser distintos, por tanto escuchar sus reivindicaciones es trabajo inútil. Son un auténtico tornillo sin fin. Las autonomías han demostrado que nos resultan económicamente insoportables, hay que tomar medidas al respecto y por cierto medidas que como primera prioridad tiendan a igualar a todos los españoles, que habrá que recordar somos iguales ante la ley.

La situación económica manda. Pero cuando lleguen mejores tiempos, habrá que pensar en buscar sistemas eficaces y que, sobre todo, estén a nuestro alcance. Esto no es únicamente una cuestión económica o de sentido común, que también. Hay cosas que merece la pena recordar. Hay que terminar, con las veguerías, pero también con el concierto económico vasco, o los fueros de Navarra. Todos formamos parte de algo que define así nuestra Constitución en su artículo 2:

“La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.

Me parece que la lectura deja bien a las claras la cuestión, ya está bien de perder el tiempo buscando lo que nos separa, en vez de considerar la importancia de los que nos une, que es mucho.



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