Los desgarramantas de Podemos asustan a demasiada gente


Decía que no iba a hablar del circo que montó la izquierda asilvestrada en el Congreso a cuenta de la apertura de la XII Legislatura y no lo voy a hacer, pero independientemente de las faltas de respeto y educación que ahí están para el recuerdo y la naúsea, ocurrió un suceso que hay que comentar porque dice muchísimo y nos pone frente a una evidencia que debería preocuparnos muy mucho.

Ustedes ya saben y si resulta que no lo sabían yo se lo explico con mucho gusto, que los de Podemos tienen la costumbre de asistir a los actos, al Parlamento, a las tertulias, al baño no lo sé… en grupo. Por lo visto consideran que su fuerza reside en la manada y a eso se dedican. El otro día los diputados de Podemos llegaron agrupados y se encontraron con un problema que conocían de antemano; en la sesión de la Apertura de la Legislatura, nadie tiene el asiento reservado. A cuenta de la asistencia conjunta de senadores y diputados el espacio se reparte un poco a la buena de Dios y el que primero llega coge el asiento que está vacío y a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga. No me parece un método muy eficiente, pero eso es lo que hay.

Eso ha sucedido así en once ocasiones, tantas como legislaturas contemplan a nuestra democracia, jamás se había producido un incidente a cuenta de la ocupación de los escaños, al menos que tuviera la relevancia suficiente como para salir en la prensa.

Pero en la XII Legislatura hubo quien decidió que había que montar follón con un asunto que jamás había producido problema alguno. Pude ver, como supongo vieron ustedes a Pablo Iglesias que explicaba que aunque sabían que no tenían asiento reservado, cuando habían llegado, sus escaños estaban ocupados por senadores del PP y que eso no era serio. Lo cierto es que la mayoría de los que ocupaban escaños podemitas eran senadores de Ciudadanos, pero la precisión no es una cuestión que le preocupe demasiado al líder podemita si ésta incomoda a su argumentación.

Dijo lo que dijo, pero lo importante no es lo que dijo, lo verdaderamente substancial está en el mensaje que subyacía en su explicación. Se lo ofrezco a ustedes, me puedo equivocar, pero me parece que muchos coincidirán con lo que yo entendí. Lo que realmente decía Pablo Iglesias era: Ya sabemos que el que quiera sentarse en su escaño debe madrugar, pero nosotros los procedimientos habituales nos los pasamos por el mismísimo arco del empoderamiento popular y aunque durante once legislaturas esto ha sido así, como sabemos que tratamos con una pandilla de rajados, exigimos que nos dejen sentarnos en nuestros escaños, aunque ya sabemos que no los teníamos reservados y así demostramos quién manda aquí o les montamos un putiferio a estos fascistas que se mea la perra. 

Y así fue, reclamaron lo que sabían que no podían reclamar y se lo concedieron. No tiene importancia alguna dirán las vírgenes prudentes, a mí me parece que sí la tiene y mucha, rompieron con una costumbre de años y quiénes debían defenderla, se rajaron.

Claro que si pedimos explicaciones, seguro que nos dirán compungidos que se hizo así, por evitar problemas mayores. Lo que además de demostrar una fragilidad de carácter y una facilidad terrible para saltarse las normas, por quiénes deben velar por su cumplimiento, demuestra que a Podemos se le teme y no se le debería temer. Nosotros pagamos buenos sueldos a algunas personas para que resuelvan los problemas en nuestro nombre, no para que los “eviten”, porque no es verdad que haciendo esto se eviten los problemas, lo único que se hace es posponerlos para volverlos a encontrar más tarde, convertidos en asuntos mucho más graves.

Es lo mismo que el rollete buenista de permitir que el sandio de la bandera republicana estuviera de pie durante todo el discurso de SM, quebrantando el reglamento de la Cámara y la Presidenta en lugar de tomar las medidas que la norma establece, nos cuenta que prefirió “no interrumpir a SM”. 

Lo que hizo fue contemplar y consentir el quebrantamiento de una norma del reglamento de la Cámara y por no meterse en berenjenales, pero resulta que nosotros le pagamos, no para que consienta, no para que decida por encima de lo que dispone el Reglamento, lo que es aceptable y lo que no lo es en lugar de aplicar la norma y si el Rey tiene que interrumpir su discurso, pues lo interrumpe, le da un sorbo al vaso de agua que tenía a su derecha, mira al tendido y sonríe, como diciendo “qué le vamos a hacer” y en cuanto los ujieres o el servicio de seguridad pone de patitas en la calle al baboso de la bandera, continúa y todos tan amigos.

Les temen en el Congreso y les teme el PSOE más que a una vara verde, que por no soportar el ataque podemita a cuenta del nombramiento de Fernández Díaz – al que yo no hubiera hecho ministro en la vida, pero eso es otra cuestión – se rajaron y mostraron por un lado su cobardía y por otro lo poco que vale la palabra del PSOE. 

Primero explicaron que no votarían a favor, pero se abstendrían, pera finalmente terminaron de bajarse los calzones en vivo y en directo y rompieron el acuerdo tomado por todas las fuerzas políticas, que cuando reparten estos cargos se los reparten entre partidos, sin que la persona que el partido determine tenga nada que ver. La Presidencia de la Comisión de Exteriores era para el PP, como otras fueron para el PSOE o UP y sanseacabó.

Miedo, puro miedo, si los de UP están dispuestos a liarla en la Cámara, habrá que aplicar el reglamento y que pase lo que Dios quiera – aunque yo propondría una comisión que estudiara el reglamento de la Cámara y lo pusiera al día que buena falta le hace, porque a todas luces resulta inútil- y si el PSOE quiere tiempo para reorganizar su particular follón interno, va a tener que hacer oídos sordos a los ataques de Podemos, que parece mentira cómo todavía - muerto políticamente Pedro Sánchez - quién disponga, bien que por la vía indirecta, en las acciones parlamentarias socialistas sean los de UP y no me digan que no, que ahí está lo de Fernández Díaz para demostrarlo.

Aquí lo que falta es decisión y vergüenza torera y el que sea cofrade que coja su vela, empezando por la Presidenta del Congreso y terminando por Javier Fernández.

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