Zapatero y su gobierno al servicio de Rubalcaba

El Dúo Dinámico.
Puedo entender que tanto el PSOE como el PP se juegan muchísimo en la cita del próximo 20 N, cualquier ciudadano comprende que la maquinaria de ambos partidos esté funcionando a la máxima potencia con la finalidad de conseguir el mejor resultado electoral posible. Conviene recordar que los partidos nacen con la ambición, la lícita ambición, de gobernar. Ahora bien, lo que no se puede comprender y mucho menos aceptar es que el gobierno del Reino de España se encuentre en estos momentos al servicio de los intereses electoralistas del partido socialista.

Desde siempre el PSOE ha tenido la costumbre, la mala costumbre, de confundir dos instituciones que nada tienen que ver entre sí, el gobierno de la nación y el partido. Desde siempre el PSOE ha invadido terrenos, responsabilidades que le son propias únicamente al gobierno de España, desde siempre han confundido el interés general con el partidista, ésta es una situación más propia de regímenes totalitarios de partido único que de la democracia parlamentaria que disfrutamos en nuestro país, por lo que debiera resultar inadmisible.

Ayer publicaba la prensa que Zapatero, el presidente de nuestro gobierno - del gobierno de todos - a petición de Rubalcaba - el candidato del PSOE - reactivaría el próximo viernes el impuesto sobre el patrimonio. Lo hará a través de un acuerdo del Consejo de Ministros. Un error que desmonta una de las frases más certeras que sobre la andadura socialista se han dicho en España, ustedes la conocen, decía así: Los socialistas sólo aciertan cuando rectifican. Pues ahora ni eso, Zapatero eliminó el impuesto sobre el patrimonio y dio las correspondientes explicaciones, debería encontrarse en el estadio de “bajar impuestos es de izquierdas” y ahora lo va a recuperar, supongo será porque ahora su candidato sostiene que “subir impuestos es progresista”.

Y lo cierto es que nos encontramos en una situación en la que las medidas da igual si son “progresistas” o “conservadoras”, eso es lo de menos, la cuestión fundamental debe residir en su eficacia. Citando a Confucio en una paráfrasis de Felipe González “no importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones.  Una virtualidad que no tiene la recuperación del dichoso impuesto. El propio Zapatero aprobó su exención y ahora a través de un decreto lo va a recuperar. Aunque anuncian su modificación, que no sé yo si eso será legal, porque si el decreto que se apruebe el próximo viernes en Consejo de Ministros modifica el ámbito de aplicación del impuesto, creo yo que debiera pasar otra vez por las Cortes.

Pero vamos, ya sabemos que lo de la legalidad, el respeto a la Constitución, el acatamiento a las sentencias es algo que no preocupa demasiado ni al gobierno, ni al PSOE, así que el viernes se aprobará el Decreto y tal día hizo un año, que en cuestiones electoralistas tampoco hay que ser demasiado escrupuloso.

Rubalcaba ha manifestado que  el impuesto se modificará para que no afecte a las clases medias. Independientemente de la legalidad o ilegalidad de su aprobación, de si afecte o no a las clases medias, de si el dinero que se recaude se emplee en crear empleo joven, etc., etc., lo que no parece admisible es que el gobierno de la nación acomode su política fiscal con la finalidad manifiesta y manifestada de ayudar al programa electoral de Rubalcaba. Confundir partido con gobierno lleva al fascismo.

La medida desde el punto de vista recaudatorio tiene un recorrido muy corto. En su momento la prensa económica estimó que se podrían obtener con la aplicación de la medida unos 400 millones de euros, a todo tirar 500. Nada que ver con los 1.400 de los que presume Rubalcaba que sabe muy bien que, a la hora de pagar impuestos, los “ricos” no abundan en España. Lo sabe perfectamente él y lo saben los socialistas porque fueron ellos, precisamente, los que facilitaron fiscalmente la vida de las grandes fortunas en nuestro país.

Dos cuestiones se deducen de la adopción de la medida por la vía de la urgencia, la primera es la necesidad que tiene Rubalcaba de dar un tinte izquierdista a su candidatura; sabe que está perdiendo los votos más “centrados” del PSOE pero esos van camino del PP, pero también está perdiendo los situados más a la izquierda del abanico ideológico que convive bajo las siglas  socialistas y por esos va a pelear. La segunda, implementar un impuesto innecesario, para que el PP lo elimine definitivamente y poder cargar así contra los populares, si éstos llegan al poder, con aquello tan viejo y tan demagógico de que es la derecha la que protege a los ricos frente a los pobres.

El candidato y su equipo llevan a cabo una campaña contra lo que ha hecho el gobierno actual como si ellos acabaran de aterrizar en esto de la política. ¿Qué hay paro? Pues salen a la prensa y anuncian que el PSOE se ha juramentado contra el paro, y resulta que los juramentados son los mismos que durante ocho años lo han ido creando tozuda e inevitablemente hasta fijarlo en 5.000.000 de parados, lo mismo cabe decir con las ayudas a los emprendedores, su apoyo a la sanidad pública, la creación de empresas o las acciones tendentes a facilitar el crédito a los pequeños y medianos empresarios…

Probablemente si un extraterrestre aterrizara hoy en Alcobendas y leyera la prensa del fin de semana, creería a pies juntillas que Rubalcaba es un candidato que acaba de llegar a la política, un renovador, alguien que limpio de cualquier responsabilidad, se propone como recambio pleno de ideas nuevas y eficaces. Pero la realidad es otra y nosotros no somos marcianos, así que a otro perro con ese hueso.

Independientemente de que la utilización de la mentira, de  la falsedad, de la demagogia pura y dura, sean las armas principales de la campaña socialista, que eso con ser grave no sorprende, lo que resulta inadmisible desde cualquier punto de vista es que el gobierno de todos, elegido para servir al interés general de España y los españoles, esté a las órdenes de Rubalcaba para trabajar en pro de los intereses electorales del candidato socialista.

Que aquí y en Calatayud una cosa, es una cosa y dos, son dos.

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