¡Ámami Alfredo!


Hablaba hace poco de la coherencia y de la incoherencia, ayer podía leer un artículo de Isabel San Sebastián, en el que se preguntaba: “¿Quién dijo que los principios y la coherencia sirven de algo en política?”, viene a cuento la cita porque llevaba dos o tres días con el título del presente post en la mente y supongo que como es el caso de Isabel San Sebastián y su preocupación coincidente con la mía, pese a que no tengamos nada que ver, muchos andarán por esos mundos que habrán pensado en el mismo título que ahí arriba está contemplando lo que escribo.

Y claro, no faltarán amigos, que piensen que si creo que el título puede resultar falto de originalidad y que, probablemente se le haya ocurrido a más de la mitad de la maldita derecha que escribe y opina, qué me impide el cambio. Los motivos son muy claros, en primer lugar soy muy tozudo, si hace ya días decidí que escribiría un post con este título, ya se puede caer el mundo, que el título lo uso, aunque sea el más utilizado de los últimos quince días, cosa que ignoro, pero que digo por aquello de ponerme el parche antes de la herida.

Y el segundo motivo es que tampoco anda uno muy sobrado de ingenio o ideas y para una que se te ocurre, tampoco es cuestión de desaprovecharla. El título me lo inspiró el libro de Terenci Moix “¡Amami Alfredo! polvo de estrellas” soy, como saben muchos de ustedes, más lector que aficionado a la ópera, aún cuando estemos hablando de Verdi y la Traviata.

Bueno pues todas estas explicaciones vienen a cuento de las declaraciones de Alfredo Pérez Rubalcaba, que anda el hombre de gira y pese a su inteligencia, o quizás por mejor decir, a cuenta precisamente de ella, está demostrando que el populismo barato se le da bastante mal. Decía Alfredo “El químico”, que a él se le conocía en el PSOE como Rubalcaba, pero que aspiraba a ser Alfredo.

Está el hombre en un sin vivir, preocupado parece, por las insidiosas acusaciones que quieren quitar el brillo y esplendor a su nombramiento. Nombramiento que nadie sabe bien como ha sido, salvo que de primarias “ná”, de “ná”. En esas anda y se ha metido en un jardín para justificar que de “dedazo” nada de nada. La idea que sostiene es que a él lo han impulsado – prefiero ignorar cómo – miles de dedos de la militancia socialista, que haya sido como haya sido, ¡Dios nos libre y guarde!, algún amigo debe tener Rubalcaba que domine lo de la interpretación de los sueños y le explique que esas cosas mejor ni mentarlas. Que en la derecha hay gente con muy mala leche que siempre le saca punta al lápiz.

Y ahí anda este hombre, al que muchos califican como heredero de Cuasimodo, mientras otros prefieren compararlo con Nostradamus, progresista eso sí, pero Nostradamus, mientras ante su presencia, otros se santiguan y musitan oraciones, viejas como el mundo, para evitar la acción de sus poderes. Como decía, anda este hombre tan temido y odiado, en esa gira de contacto con los militantes sociatas y resulta que posee un detector de cariño verdadero, que como lo patente y comercialice, vamos a perder un candidato y ganar un multimillonario.

Dice Rubalcaba que el distingue clarísimamente lo que es el cariño de los militantes y las expresiones de ardor socialista propias de los mítines. Así que  supondremos que el detector, existe, funciona y lo tiene Rubalcaba. Parece que tiene algo en su poder que debe ser tan eficaz como el Sitel, pero aplicado al cariño verdadero, que ya saben ustedes que ni se compra ni se vende.

Aunque tengo dudas sobre esa efectividad, porque cuando mi paisana la Chacón le hizo el feo con Barroso, parece que el detector del amor no le advirtió que Carme prefería a los hombres dedicados a la imagen y a la comunicación, antes que a los tenebrosos detentores del poder más oculto. Aunque pudiera ser que tras la larga cambiada que le dio Chacón, se comprara en defensa propia el ya famoso detector del cariño verdadero, o que las fuerzas ocultas del Universo se lo obsequiaran, compadecidas del dolor de Alfredo Pérez Rubalcaba, aprendiz aventajado, dicen, del Príncipe de las Tinieblas.

Ya digo que el populismo se le da bastante mal, el se considera elegido democráticamente, porque se quieren, ¿quiénes? pues la militancia y él mismo. Parece una mala excusa utilizada por maridos aficionados a “pasear” por veredas distintas a las regladas por el santo vínculo matrimonial, desde que el mundo es mundo y el adulterio, adulterio.

Hemos inventado el amor democrático o la democracia amorosa que eso ya sí que es para nota alta y todo el mundo sabe que ante el amor no hay fuerza que se pueda oponer. Aunque se me ocurre una pega, él pretende el amor de la militancia socialista, pretende pasar de Rubalcaba a Alfredo, por mí vale, allá los socialistas y las libertades que se toman, pero francamente lo que me mosquea es que Rubalcaba pretende que los socialistas le llamen Alfredo, como primer paso, para que los españoles le llamemos Presidente y por ahí no paso.

Por mí los socialistas pueden cantarle a D. Alfredo, eso de “E allora, baciami Alfredo, baciami, ti prego amami Alfredo. Il cielo è poi così lontano Alfredo”, hasta que se queden sin aparato fonador, pero a los demás que nos dejen tranquilos, que yo al menos soy muy mirado para estas cosas.

Aquí querría ver yo a D. Miguel y sus “cosas veredes Sancho” Como lo de la política no está lo bastante complicado, ahora la mezclamos con el amor. ¿Cosa de locos? no sé, a mi me lo parece. Claro que pasar en un día, de hombre misterioso que vive en la oscuridad a ser un eón luminoso, capaz de encandilar a 220.000 nietos o bisnietos de Pablo Iglesias y conseguir su amor, no debe ser tarea fácil.


























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