¿Pero qué hay que debatir?


Goya lo anticipó:  Debate del Estado de la Nación
Hoy se llevará a cabo una especie de rito, sin finalidad real conocida, al que han dado en llamar el debate del Estado de la Nación y digo que sin finalidad conocida, porque de todos es sabido que este debate, que ha ido degenerando como casi todo en España, no es más que la escenificación de un a modo de combate de boxeo o lucha libre entre el Presidente de turno y el correspondiente jefe de la oposición.

Un debate en el que lo de menos son los datos esgrimidos que habitualmente se contradicen, ni tampoco son demasiado importantes las ideas que se ofrecen. En el fondo lo que más importa son las encuestas, que dirán mañana, cuál de los dos intervinientes principales ha “ganado”, de tal manera que el debate y su contenido, tienen menor importancia que su “resultado” mediático.

Y si el Debate nunca o casi nunca ha aportado elementos positivos a la vida de los ciudadanos, si siempre o casi siempre ha sido una especie de ceremonia en la que lo de menos era si los datos eran ciertos o aportaban ayuda a algunos de los múltiples problemas de la vida de los españoles; si para lo único que ha servido eficazmente es para hacer anuncios de carácter propagandístico y cargados de demagogia. Si este espectáculo parlamentario sólo sirve para disfrazar la realidad y cada uno de los contendientes cuenta las cosas de acuerdo a sus intereses partidistas, sin el menor respeto por la verdad o el rigor intelectual, arrimando descaradamente el ascua a su sardina. Si todo esto es así, uno se pregunta a que viene reiterar en la celebración de un debate que ha demostrado su inutilidad, al menos para el fin que fue propuesto.

Pero si casi nunca me ha parecido útil su celebración, la de hoy me parece una obviedad. ¿Qué hay que debatir? Si hablamos del estado de la nación (esta vez sin mayúsculas) habrá que reconocer que, excepto para los muy forofos que quedan excusados, esto que se llama España ha quedado tras la última legislatura convertida en un solar.

Cuando no hay razón, hay razones, por lo tanto nada de lo que hoy diga Rajoy va a ser escuchado por Zapatero, que irá a lo suyo. Hoy el recuperado Caldera decía muy serio que  el gobierno se la ha jugado con costes muy importantes y que los ciudadanos se lo agradecerían en el futuro, mientras que lamentaba que el PP hubiera apostado por “el nada y el viva el caos”.

Teniendo en cuenta que es el nuevo ideólogo del próximo programa electoral del PSOE, ya sabemos la línea argumental de la intervención de Zapatero. ZP nos explicará lo bien que lo ha hecho y culpará del fracaso cosechado por su gobierno, a los del PP. El hecho de que todas y cada una de las medidas pretendidas por el gobierno hayan obtenido el necesario respaldo parlamentario y por tanto se hayan podido implementar sin problemas, no le va a impedir culpar de su fracaso a la oposición.

Si consideramos los resultados obtenidos de las medidas aplicadas, salvando las últimas de la legislatura que vienen impuestas por Europa, habrá que reconocer que Zapatero se empeñó en una suicida política de endeudamiento que nos ha llevado al borde del abismo y si le dejan, que va a ser que no, nos hará dar el paso al frente que contaba aquel viejo chiste.

Qué tiene que ver el Partido Popular con esas medidas fracasadas, que ya digo han sorteado siempre el trámite parlamentario es un misterio difícil de desvelar. En todo caso si los populares hubieran apostado “por la nada o el viva el caos”, tal y como les acusa Caldera, no habrían tenido necesidad alguna de propiciarlo, toda vez que de este trabajo ya se encargaron sobradamente Zapatero y sus ministros.

Resulta muy difícil de aceptar que se pueda utilizar como argumento principal, para justificar las políticas del Gobierno, que el fracaso de esas políticas para hacer frente a la crisis, la tiene la oposición; que en todo caso lleva más de cuatro años advirtiendo de lo que iba a suceder. Porque habrá que recordar que ya en la campaña electoral de la presente legislatura los populares advertían de lo que se nos venía encima, Zapatero y su responsable económico lo negaban. Ahí comenzó nuestro problema, la negación de la realidad al objeto de obtener réditos electorales, los socialistas nos engañaron. Recordemos el debate entre Solbes y Pizarro que resulta el paradigma sobre el que se articulan este tipo de debates.

La verdad es lo que menos interesa. Solbes “ganó” el debate y con su triunfo los votos; pero quién aportó datos veraces y advirtió de lo que nos podía pasar fue Pizarro, ya ven ustedes lo que son las cosas, el “perdedor” del debate. Ahora resulta que el PP apostó por la nada, y se les acusa de no haber apoyado – apoyo innecesario en todo caso - a las medidas socialistas. Visto el resultado sería como para aplaudirles, han tenido la razón desde el 2007, por mucho que la agitprop socialista se haya ocupado de vender lo contrario.

Hoy asistiremos al espectáculo en el que Zapatero intentará salvar la cara, la verdad será prostituida una vez más, para utilizarla convenientemente deformada como herramienta partidista, pero por mucho que se empeñen los protagonistas se empeñan en vano. Si lo de hoy trata de debatir cuál es el estado de la Nación, no hace falta que se produzca, todos sabemos lo que hay, estamos mal tirando a muy mal, nos cuenten lo que nos cuenten y nos digan lo que nos digan.

Ahora por mal que me pese, son las 10,55 horas de la mañana, en cuanto cierre el presente post, me dispondré a ver el puñetero debate, mañana les cuento

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