Qué poco dura la alegría en casa del pobre: Hoy, las hipotecas


Hace escasamente unos quince días saltaba a la prensa una noticia que abría una puerta a la esperanza a muchos ciudadanos españoles. La Audiencia de Navarra había fallado en un juicio hipotecario, que la entrega de la vivienda servía para extinguir la deuda hipotecaria, en caso de impago.

Una noticia sorprendente y agradable que fue recibida con alborozo en las redes sociales, donde fue amplia y positivamente comentada. Pero ya se sabe, o por mejor decir, lo sabemos los de cierta edad y experiencia, que normalmente, los tribunales, los bancos y la Administración, de dar algo al ciudadano, lo que dan son disgustos.

Ayer podíamos leer otra noticia en sentido contrario. Si hace unos días la Audiencia Provincial de Navarra dictaba un auto en el que aceptaba la dación de la vivienda como pago, ahora dicta el mismo órgano judicial una especie de contra auto en el que justamente se dice lo contrario que recogía en su decisión, de hace unos días. Este suceso refleja a las claras la poca consistencia jurídica de algunos jueces y magistrados que pueden decir una cosa y la contraria y quedarse tan tranquilos.

En la misma noticia se recogían unas manifestaciones en las que “fuentes notariales” definían al primer auto como una anécdota, y ya para que no faltara nadie a la fiesta el director del Centro de Estudios Registrales manifestaba muy puesto él, que “no es conveniente legislar en caliente, pues lo que se percibe como un mal funcionamiento de la ley hipotecaria, de producirse algún cambio, podría acabar con el sistema crediticio en España”.

¡Ahh! Ahora sí se entiende lo que ha pasado, qué cierto es eso de que hablando se entiende la gente. ¡Claro que sí!, mejorar la situación de los deudores podría acabar con el “sistema crediticio de España”, en cristiano, que los bancos podían perder dinero y ver como aumentaban sus riesgos. Acabáramos, está claro que entre los ciudadanos y la banca, la banca sin ninguna duda, y no se me vaya a poner rebenque.

Esto es una vergüenza en su conjunto, pero vayamos por partes como diría Jack el destripador. El cálculo de los intereses de una hipoteca, responde clarísimamente a un modelo usurario. A usted y a mí nos calculan los intereses como si debiéramos el total del dinero prestado a lo largo de todo el plazo del préstamo. Con lo que normalmente paga usted tanto de intereses como de capital, un negocio artificioso pero sumamente rentable para las organizaciones bancarias.

Cuando un ciudadano va a solicitar una hipoteca a un banco, no lo hace amparado en la figura del solicitante, no va a pedir nada. Va a proponer un negocio a unos señores que tienen la exclusiva del comercio del dinero. Si quieres dinero, tienes que ir a comprarlo a un banco. Lo haces y explicas que necesitas una cantidad determinada para comprar una vivienda, dices cuanto y el banco manda a un tasador, que pagará usted, el cual dirá en cuanto se puede valorar la vivienda.

El banco ofrecerá una determinada cantidad de acuerdo con la tasación y cobrará unos intereses, mientras que el “solicitante” hipotecará esa vivienda a favor del banco para que sirva de prenda sobre el dinero prestado. De existir problemas, lo lógico es que el banco se quedara con la garantía y todos tan amigos; pero  ustedes saben que no es así. Subastan la vivienda y como ese trámite no consigue casi nunca la extinción de la deuda, después de la vivienda seguirán trabando bienes del deudor hasta que éste pague, el principal y los intereses, que a esas alturas estarán en un montante absolutamente disparatado, más los gastos.

Usted propone un negocio, pide un dinero, paga unos intereses y ofrece una garantía. Insisto un negocio, no hay negocio sin riesgo y en España la actual Ley Hipotecaria lo que hace es exprimir al ciudadano en beneficio del banco.

En los Estados Unidos de Norteamérica no sucede así, usted llega con las llaves al banco, las entrega y asunto solucionado, mal o bien solucionado, pero solucionado. Insisto en que el concepto de riesgo es inherente al del negocio, como los son el de los beneficios y las pérdidas. Dice un aforismo comercial que para que un acuerdo sea negocio, lo debe ser para las dos partes y en España el único que siempre gana, el único que hace negocio es el banco y el entorno (notarios, registradores, tasadores, y demás fauna registral). Y para más INRI cuando los bancos tienen problemas, como es el caso, les ayudamos a que nos estrangulen de manera eficiente, con el dinero de nuestros impuestos.

La Ley Hipotecaria española cuenta con 150 años, es hora de darle un cambio que la adecúe a las necesidades de nuestra sociedad. Hay que legislar y que sea el Parlamento, a instancias de un gobierno –socialista recuerdo-, el que dé a luz un proyecto que no responda más al interés del capital y la banca que al del ciudadano de a pie. Para entendernos, que el texto, a ser posible, lo haga un técnico del ministerio correspondiente y no el gabinete de estudios hipotecarios de un banco.

No podemos continuar asistiendo mudos, ante el abuso continuado que sobre los ciudadanos lleva a cabo la banca. Injusticia que se produce con la complacida complicidad de los políticos, que cuidan muy mucho sus relaciones con la banca, eso sí, lo hacen utilizando el sudor, la angustia y a veces la sangre de los ciudadanos, como moneda de cambio.




























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