Al final, como siempre, lo que sobran son las explicaciones

Rubalcaba ayer, flanqueado por dos socialistas que no le acompañarán en su aventura electoral

En esta dificilísima tarea que supone defender una candidatura que nace destinada al fracaso, Rubalcaba intenta lo imposible. Imposible por difícil e imposible por increíble. El hecho de tener que escoger a un hombre de la vieja guardia, que ya era ministro en aquel gobierno de los GAL y de la cal viva, indica a las claras que el panorama interno socialista está liquidado. Si el futuro del PSOE pasa por la figura de Rubalcaba, los socialistas deben  proceder urgentemente a una profunda autocrítica y dedicar sus esfuerzos a la refundación su partido.

Llevan años aplicando una política de parches, ocurrencias e improvisaciones, que con la complicidad de los medios afines han presentado como el paradigma de la flexibilidad. Es habitual en política hacer de la necesidad virtud, pero resulta inaceptable que se pretenda hacer del error acierto emblemático. Han seguido obedientes a Zapatero, hasta que la realidad no les ha dejado margen para el engaño, hasta que las encuestas - las internas, las que solo ven ojos autorizados - les dijeran hace ya tiempo que la inmensa mayoría de los ciudadanos no estaba con ellos.

Negaron la existencia de la crisis, acusaron de antipatriotas a los que sosteníamos que se nos venía encima la “tormenta perfecta”, se embarcaron en una política de endeudamiento que no éramos capaces de sostener, se gastaron el dinero público en financiar a la banca contribuyendo con esa medida a yugular el crédito para las familias y las PYMES  y ahora, incapaces de hacer frente a sus responsabilidades, le echan la culpa al destino, a la globalización, a los mercados, a Europa y pretenden sostener otra falsedad sangrante: De nada son responsables, pues nada se podía hacer ante la presente situación. Nada ni nadie podía evitar que se produjera, nadie podía gestionar mejor la crisis y nada podía paliar sus efectos sobre la sociedad española.

Y ahora cuando Zapatero, obligado por la necesidad, acepta las imposiciones de “aquel corazón de la vieja Europa”, cuando hay que aceptar un recorte de  la soberanía nacional ante la amenaza de la quiebra pública del Estado, ahora el partido que ha apoyado todas y cada una de las medidas que hasta aquí nos han traído; ahora el Grupo Parlamentario que apoyó con sus votos todas las medidas que nos han llevado a la ruina, que permitieron la almoneda nacional a favor de los nacionalismos periféricos, ahora, se ponen dignos.

Y empiezan las filtraciones, las declaraciones de descontentos que, a sabiendas de que van a perder el momio, se acuerdan de improviso que son socialistas, y al grito de sálvese el que pueda, se están apresurando a abandonar al barco y a su capitán o pidiendo las explicaciones que no pidieron, cuando era el momento y tiempo había entonces  para intentar mitigar las consecuencias de la crisis.

Así que Rubalcaba, que bastante tiene con lo suyo, sin que le haga ninguna falta la exhibición pública de  descontento de su partido, se vio obligado a exigir que se convocaran una serie de reuniones y acudir, como quien va a tierra de misiones, para poner paz y concierto donde sólo hay inquietud y retrasada rebeldía. Claro está que una cosa es rajar entre colegas, filtrar a la prensa o incluso hacer alguna declaración alos medios más próximos, preferiblemente que no sean de tirada nacional y otra muy distinta, sostener la postura frente a Rubalcaba.

Se reunió la Ejecutiva Federal ¿para qué?, lleva casi ocho años siendo la caja de resonancia de las ocurrencias de Zapatero y lo que es más grave limitándose a ser la voz de su amo. Si alguna vez tuvo el carácter de órgano deliberativo, de foro de debate, lo ha perdido hace ya mucho tiempo. La Federal Socialista ha permanecido ciega y muda ante el disparate y ahora hará lo que se le ordene, con un agravante,  obedecerá a Rubalcaba que orgánicamente no es nadie en el PSOE.

Reunieron a los barones socialistas, para que a toque de pito acataran las decisiones de la “autoridad competente”. Qué iban a decir esta pandilla de dirigentes derrotados hace bien oco y que acaban de perder los gobiernos de CC.AA  y Ayuntamientos. Son responsables de los desastres sufridos y ahora se deben a lo que eufemísticamente llaman disciplina de partido, así que apenas hubo resistencia. Los que habían hablado de más se apresuraron a afirmar que donde habían dicho digo querían decir Diego, se pusieron en posición de firmes y acataron lo que se les ordenaba. Eso sí que es hacer de la necesidad, virtud.

Los que más resistencia ofrecieron, los que más se hicieron de rogar fueron los del Grupo Parlamentario, indignados ante la manera de plantear la reforma constitucional. Rubalcaba se desmarcó repetidamente de esta decisión cuya paternidad atribuyó en exclusiva a Zapatero y manifestó claramente que él no habría tocado la Carta Magna para limitar el déficit y contener la deuda pública.

Pero después de cinco horas de dimes y diretes la única conclusión importante  fue la de convenir que ZP le ha dado una estocada en todo lo alto a las expectativas electorales de Rubalcaba, quizás algo atravesada y trasera, pero que ha dejado muy tocado al candidato. La reforma impuesta por ZP no es compartida ni por el candidato socialista ni por un amplio sector del partido, además de suponer una pesada carga  que acabará pasando factura al PSOE y a su candidato en las urnas el próximo 20-N.

En definitiva unas reuniones llevadas a cabo en clave electoralista. Ya no hay pudor y lo único que interesa a Rubalcaba y a su equipo es minimizar los daños, que son graves. No importa si la medida es buena o mala para la economía española, no importa el recorte de la soberanía nacional que supone la aceptación de las exigencias de Merkel y Sarkozy. Pese al malestar generalizado de las señorías socialistas, al final los intereses del partido y la disciplina interna se impusieron a las convicciones personales.

La vieja guardia también aprovechó la situación para echar su particular cuarto a espadas. Felipe González en un artículo publicado en El País, carga no ya contra el “qué” sino contra el “cómo” Para Felipe la medida que se va a votar hoy es buena, pero se duele de que “ obligarnos a nosotros mismos con una reforma de la Carta Magna no deja de ser el reconocimiento de un cierto fracaso”

Así que ya saben, el único interés que preocupa en estos momentos a los barones socialistas, a la Ejecutiva Federal del PSOE o al Grupo Parlamentario socialista, es el de su partido. Todo lo que ayer sucedió se hizo en clave electoral, está claro que ni la ideología, ni el interés general tienen nada que ver con este asunto. Felipe González, muy en su papel de estadista, da por bueno el acuerdo que impone la estabilidad presupuestaria, pero aprovecha la ocasión para señalar “el reconocimiento de un cierto fracaso”, queda bien y de paso mete el dedo en la herida que sufre su ex amigo Rubalcaba.

Visto lo visto, aquí lo que está claro que lo que sobran son las explicaciones. Sobre todo porque no convencen a nadie.

Comentarios

  1. Hola Miguel, ya no se convencen ni entre ellos...
    Una buena entrada...
    Saludos desde Madrid

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  2. Sí la verdad es que hacen una exhibición de ductilidad ideológica y ética que da miedo. Les da igual sostener una cosa y exactamente la contraria, no hay rubor alguno y pretenden una superioridad moral que nadie sabe en que se basa.
    Gracias por tu comentario.

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